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Ángel o demonio

— Darío Clariá

JUEVES 23 DE MAYO DE 2019

El viento se arremolina, cubre todo de polvo a su paso y no deja ver el enrojecido cielo, se avisa que el ocaso está naciendo. 

Tras los laureles y olmos, decenas de murciélagos comienzan su vuelo en busca de la esperada noctambulidad. 

El tenebroso maullido de un gato, pone en alerta mis sentidos, recorro el espacio que me separa de la casa y al intentar abrir la puerta, tropiezo con una sombra. Con la tenue luz de la lámpara a kerosene que cuelga del gancho atado al tirante mayor de la galería, logro ver la figura de Ángel que levita a un par de metros de mí. 

El despertar del día siguiente me descubre apesadumbrado y sin recordar que pasó después, me doy la oportunidad de pensar que aquello fue un sueño, ya que Ángel había muerto hacía más de diez años.



Hace unos cuarenta años, el hermano mayor de mi abuelo pasaba sus horas y días encerrado en un galpón, mal alimentado y poco aseado. Tenía un historial violento. En los albores de la década del 50 se lo relacionó con la muerte de tres hombres en una pelea a cuchillo y poncho.

Con un 38, un facón caronero, ambos cruzados bajo su rastra, y un Winchester en los aperos del tordillo, recorría los boliches de la zona de Alcaraz Norte, Estación Sosa y María Grande. Solitario, no se le conocía compañero, salvo alguna partida de truco o tute a la  que no se puede jugar solo, razón por la cual no le quedaba alternativa.

Participó de cuanta trifulca se armaba en bares, cuadreras o bailes y en más de una oportunidad pasó sus noches en un calabozo.

Regreso a casa de mis abuelos con más de 50 años y dejando atrás sus historias y avatares de malevo, colgó facón y armas y se dedicó a los trabajos del campo. No le duró mucho tiempo, su personalidad no le permitía darse el lujo de una vida tranquila.

Se entró a sumergir entre el tabaco y la caña y se encerró a vivir un retiro que en principio parecía místico.

La muerte de algunas gallinas y uno que otro cordero sembró un alerta en la familia y creí escuchar a mi abuela aquella noche decir que todo auguraba cernirse en pos de algún ritual satánico.



Las conversaciones entre los adultos de la casa, que yo por curiosidad escuchaba como al pasar, daban cuenta de que la actitud tomada por Ángel solo se entendía desde la perspectiva que el hombre estudiaba magia negra.

La intriga se apoderó de mí de tal forma que noche tras noche, como si se tratara de un sonámbulo, abandonaba mi cama y mi habitación para, desde la única ventana, observar los ritos que allí acontecían. Rezos y danzas alrededor de figuras que desde mi tribuna y la escasa luz de las velas presagiaban demonios.

El contemplar cada anochecer este teatro lúgubre lograba que me confundiera y abstrajera de una forma casi mórbida al punto de hacerme parte de estas ceremonias y hasta podía repetir sus oraciones y escenas macabras una por una como formando parte del repertorio. 

Una noche, tras horas de incansable danza entre remolinos de alcohol, sangre y plumas, corrió como endemoniado hasta las tres cruces maldiciendo y blasfemando mientras revoleaba su poncho y agitaba su cuchillo como desafiando a los espíritus que segundos más tarde se enredaron en cruenta lucha, chispazos de dos facones chocando y la activa presencia en la contienda de otro ser al que no podría describir ya que nunca vi su figura, me hizo entrañar que se enfrentaba al mismo diablo. 

Tras minutos de intensa profanación, caí en la cuenta de mi exposición y el miedo se apoderó de mí inmovilizándome. Cuando logré escapar de esas ataduras del espanto, corrí a refugiarme nuevamente en mi habitación. Conmocionado por lo ocurrido y pensando en alertar al resto de la familia se me hizo difícil conciliar el sueño que poco a poco se fue apoderando de mi. 

El nuevo amanecer me despertó con el murmullo y el ir y venir de mis padres y mis abuelos. 

Me levanté, me asomé con cautela como presagiando que algo estaba mal y al llegar a la galería estaban todos rodeando el cuerpo de mi tío abuelo alcanzado por varias puñaladas que lo desangraron dejándolo sin vida.

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