En el fútbol no existe una lógica pura, pero sí, realidades que van marcando un proceso, hacia arriba y hacia abajo. O sea en positivo y en negativo.

Y existen dentro de ese proceso, cuando la realidad es negativa, momentos que tienen que ser aprovechados al máximo para superar una instancia que puede marcar un definitivo colapso.

Y Colón está en la antesala de un partido que puede servir para refrendar una posición de confiabilidad o para ingresar a un camino prácticamente sin salida para el actual conductor técnico.

Los rojinegros han tenido en esta última etapa una merma futbolística que, sin embargo, contiene en ese periodo un partido emblemático y que quedará en la historia marcado a fuego: el del Morumbi, con una victoria fantástica ante San Pablo, uno de los grandes de América y el mundo.

¿Alcanza con recordar esto para creer en Colón? ¿Da fundamentos para confiar en que se puede repetir? Si nos atenemos a la implícita realidad, parecería que no. Pero es aquí donde apelamos a lo de la falta de una lógica pura en este querido y bendito deporte, que es el fútbol. Y, entonces, le damos un voto de confianza a la posibilidad de una airosa salida.

Claro, que para que ello ocurra, deberá el técnico Domínguez ser preciso y racional con sus ideas. Especialmente en la construcción de ataque con al menos un delantero que sea tal. Y jugadores que interpreten el juego con actitudes que eleven el nivel individual para lograr un genuino equipo.

A partir de estas premisas Colón podrá torcer una historia que indudablemente es difícil y riesgosa. Todo tendrá que estar alineado hacia un mismo frente: el de la voluntad extrema y el juego asociado con el plus que siempre se entrega cuando se trata de un cotejo de valía copera. ¿Es mucho pedir? Creo que no. Es simplemente hacer lo correcto para que la lógica pura cambie de lugar.

Y los fantasmas de un proceso acabado se esfumen en el aire y que el futuro tenga una base concreta consiguiendo el objetivo. Por el bien de Colón y de Domínguez.