El material se viralizó rápidamente dentro de la unidad por lo que al día siguiente, viernes 24, cerca de las 20, hubo una requisa en el Pabellón 2, donde había ocurrido el hecho. No obstante, el video traspasó las fronteras de la cárcel.
En marzo, y de forma inentendible, Rubén Alejandro Rodríguez de Armas escapó de la Unidad Penal 2: trepó el murallón sobre calle Tala y un auto lo pasó a buscar 20 minutos después.
Se trata de uno de los integrantes de “La Banda de los Uruguayos”, una asociación ilícita dedicada al tráfico de estupefacientes, falsificación de moneda y lavado de activos, al que se lo procesó por el uso de documento público adulterado o falso de los destinados a acreditar la identidad de las personas.
Había sido atrapado en Gualeguaychú el 1 de junio de 2018 en un despliegue que realizó la Prefectura, que culminó con seis detenidos en cinco allanamientos. Pero menos de un año después, el sábado 30 de marzo a las 11.30, Rodríguez de Armas escapó.
Por esta fuga hay abierta una investigación penal en la Fiscalía de Gualeguaychú, a cargo de Lucrecia Lizzi, y desde la dirección del Servicio Penitenciario de entre Ríos está en marcha un sumario para establecer responsabilidades. Entre ellos fueron notificados los responsables, entre los que se encuentra el director y subdirector de la UP2.
Pero un mes después a ocurrido este escándalo, una pelea originada entre presos de los pabellones 5 y 6 dejó como consecuencia la muerte de un preso de 23 años, que recibió un “facazo” en la cabeza.
Hugo Acosta había resultado gravemente herido tras una pelea originada el miércoles 8 de mayo en el patio de la Unidad Penal 2 de Gualeguaychú. Fue uno de los tres presos que resultaron heridos con armas blancas caseras. Dos de ellos fueron alojados en la Sala 4 y regresaron a su alojamiento en la cárcel menos de 24 horas después, pero Acosta había sufrido un traumatismo de cráneo que había originado una hemorragia y daño cerebral; y por ello su estado era muy delicado desde su ingreso.
Este caso también originó dolores de cabeza para las autoridades carcelarias, que trataron de poner paños fríos a la situación aludiendo que la víctima era una persona muy conflictiva que ya había tenido problemas en otros establecimientos penitenciarios.
Ahora ocurrió un nuevo episodio, que volvió a sacudir la “paz” de la Unidad Penal 2. Manejar a personas que se encuentran privadas de su libertad y que en sus prontuarios aparecen todo tipo de delitos, no es tarea fácil y mucho más en esta época de modernidad donde pareciera que se hace prácticamente imposible bloquear el ingreso de telefonía celular a las cárceles.
Fuente: El Día / El Once