Ataúdes dejados en medio de la calle, con la gente corriendo alrededor despavorida mientras los policías lanzaban gases lacrimógenos, fue la triste imagen en que acabó ayer jueves, una multitudinaria marcha que había llegado tranquilamente a La Paz, Bolivia.
La procesión con féretros partió de la vecina ciudad de El Alto, para avanzar unos 16 kilómetros en unas cuatro horas de marcha hasta llegar al centro de La Paz.
La multitud acompañaba varios féretros con los cuerpos de algunos de los ocho fallecidos cuando un operativo militar y policial buscaba el pasado martes vencer el cerco de cientos de manifestantes para liberar un convoy de camiones cisterna en El Alto.
El núcleo de esta gran procesión conformada por decenas de miles de personas fueron los ataúdes, colocados en los techos de vehículos, en una manifestación en parte funeral y en parte protesta contra el Gobierno de transición de la presidenta boliviana, Jeanine Añez.
La wiphala, la bandera cuadriculada multicolor de los indígenas, destacaba con crespones negros entre la multitud. "Añez, golpista, el pueblo no te quiere", gritaban miles de hombres y mujeres, muchas de ellas cholas, indígenas aimaras, que consideran que la salida de Evo Morales de la Presidencia del país fue empujada por las fuerzas armadas y por tanto un golpe de Estado.
"Lo que queremos es justicia", dijo a Efe Marlene Limachi, una mujer de Senkata, la zona de El Alto donde se produjeron los muertos, que aseguró que el día en que el ejército intervino en la planta de combustibles supuestamente también habían helicópteros desde donde se disparó a los manifestantes.
Cuando la marcha, encabezada por miles de alteños, comenzó su descenso a La Paz fue recibida por cientos de personas a los lados las vías por las que avanzaba, para aplaudir, corear las mismas consignas y agitar las mismas banderas.
Al pasar por el Cementerio General de La Paz, la marcha se detuvo para dar un homenaje a los fallecidos con un minuto de silencio, el único momento en que los estribillos y la monotonía del megáfono dejaron de escucharse.
La procesión siguió y su poder simbólico hizo que muchos comercios callejeros cerraran. intempestivamente como una muestra de respeto, al mismo tiempo que algunos observadores lanzaban pétalos de flores a la multitud. (EFE)