El pulso entre el Gobierno de Emmanuel Macron y los sectores que podrían verse afectados por la futura reforma del sistema de jubilación francés se libra hoy en las calles.
Una huelga que se anuncia masiva y que amaga con paralizar el país, mientras los sindicatos amenazan con convertirla en indefinida. Las pensiones han sido la bestia negra de todos los presidentes franceses, pero Macron, que se lo juega todo con esta reforma, ya ha dicho que no piensa dar marcha atrás.
El actual sistema de pensiones en Francia tiene diferentes regímenes, que el Gobierno quiere sustituir por una modalidad por puntos, en la que cada euro cotizado daría los mismos derechos en el momento de la jubilación.
El Gobierno argumenta que dará más transparencia y una perspectiva clara de lo que puede esperar cada trabajador. El primer efecto del sistema por puntos sería la desaparición de los regímenes especiales, algunos muy favorables para sus beneficiarios, que encabezan la oposición.
Los trabajadores de la Sociedad Nacional de Ferrocarriles (SNCF) o del transporte metropolitano de París (RATP), que pueden retirarse entre los 52 y los 57 años frente a los 62 del régimen general. Según el Gobierno, cada año hay que inyectar 9.000 millones para equilibrar el déficit de estos regímenes.
Macron llevó a las elecciones la promesa de no modificar los 62 años como referencia para la jubilación voluntaria. Pero ahora el Gobierno quiere equilibrar las cuentas para la entrada en vigor del sistema por puntos.
Descarta absorber el déficit con una rebaja de las pensiones o un incremento de las cotizaciones, por lo que quedan dos opciones: elevar la edad mínima de retiro a 63 o 64 años para los nacidos desde 1963 o pasar de 42 a 44 el mínimo de ejercicios cotizados.
Una retirada del proyecto de reforma sería una derrota total para Macron al poner en riesgo el resto de su mandato. Pero el presidente tiene cierto margen de negociación con el periodo de transición para la entrada en vigor del sistema por puntos.
Está la idea inicial de ponerlo en vigor desde 2025, la de aplicarlo a los que entren en el mercado de trabajo a partir de 2020 e incluso una transición de 15 años. También esta imprecisión genera descontento e incertidumbre.
El presidente francés, de hecho, no se contenta con reformar el sistema de pensiones; quiere refundarlo. Cambiarlo de arriba abajo para hacerlo, según repiten constantemente desde el Gobierno, más justo e igualitario.
Los sindicatos que llaman hoy a la huelga denuncian, sin embargo, que la reforma obligará a los franceses a trabajar más años para no ver reducida su pensión. Aún no se conocen los detalles de la nueva ley -que aún se está negociando-, pero sí cuál es su objetivo principal: eliminar los 42 regímenes especiales actuales para sustituirlos por un sistema por puntos que otorgue los mismos derechos a todos los trabajadores en el momento de la jubilación.
La caja de Pandora, como pudieron comprobar los antecesores de Macron. Entre esos regímenes especiales se encuentran los de funcionarios o militares, pero también el de trabajadores de la Comédie Française, el de la Ópera de París o incluso hay uno para los empleados del Banco de Francia.
También cuentan con su propio régimen la SNCF, la sociedad nacional de ferrocarriles, cuyos trabajadores pueden jubilarse a partir de los 52 años (frente a los 62 del régimen general), o los de la RATP, la empresa de transportes de París, ambas con una gran capacidad de presión y siempre en la vanguardia de la protesta.
Francia se prepara para la jornada de hoy como el que espera la llegada de un huracán. Desde hace semanas, los medios ofrecen consejos sobre cómo organizarse para una movilización que podría prolongarse, y que ya cuenta con el precedente de la salvaje huelga que duró 22 días y que dejó París casi desabastecida.
Es posible que no se llegue tan lejos, pero lo cierto es que desplazarse por el país hoy va a ser una pesadilla. Sólo circularán 1 de cada 10 trenes de largo recorrido y apenas el 3% de los de media distancia.
En los aeropuertos también se prevén perturbaciones, con el 20% de los vuelos anulados. En París sólo funcionarán dos líneas de metro que están automatizadas, otras tres tan solo lo harán con cuentagotas en las horas puntas y el resto estarán cerradas toda la jornada.
La situación será parecida con los trenes de cercanías y con los autobuses. La huelga -a la que se han sumado los partidos de oposición de izquierda, además de la ultraderecha de la Reagrupación Nacional también tendrá una gran incidencia entre el personal educativo, con más de la mitad de los profesores movilizados, según el ministerio de Educación.
En París el impacto será aún mayor, con un 78% de los educadores en huelga, y donde solo podrá asegurarse la apertura de 3 de sus 652 colegios. Unos 6.000 agentes, entre policías y gendarmes, estarán desplegados hoy en la capital para garantizar la seguridad de la manifestación, una movilización a la altura de la amenaza, según el prefecto de policía de París.
Ayer desveló que se espera que hasta un millar de 'black blocs' con intenciones «subversivas» de «desestabilizar las instituciones» se infiltren en la manifestación parisina, como ya ocurrió con la del 1 de mayo.
Muchos 'chalecos amarillos' -que se manifiestan desde hace un año por la pérdida de poder adquisitivo- también estarán presentes hoy, un movimiento que ha conseguido revitalizar la causa sindical. (REUTERS)