El presidente chino, Xi Jinping, proclamó este miércoles "una nueva era" para China y para su Partido Comunista, pero ha dejado claro que en sus próximos cinco años de mandato continuarán las mismas políticas, aunque aún más marcadas. Y que no habrá espacio para la divergencia.
A lo largo de tres horas y media de discurso en la inauguración del 19º Congreso del Partido Comunista de China, el gran evento político que nombrará a los dirigentes del país para el próximo lustro, el secretario general ha declarado sus primeros cinco años en el poder un éxito: "China ocupa ahora una posición nueva en el mundo".
El Congreso, un evento que solo ocurre dos veces en una década, es en esta ocasión el escenario para la coronación de Xi como el hombre más poderoso en décadas en China. No solo le nombrará para dirigir el destino del país durante los próximos 5 años; también incluirá su nombre en la Constitución, a la par de Mao, y seleccionará para las principales vacantes en la jerarquía a algunos de sus asesores de mayor confianza.
En su intervención ante los 205 miembros del Comité Central y 2.300 delegados, Xi quiso presentar esa imagen de hombre de Estado. Impecablemente ataviado, con lentitud, con un tono en ocasiones hasta paternalista, dejó claro en su discurso que él es quien toma las decisiones. Y que no permitirá que nadie le haga sombra.
El jefe de Estado, secretario general del Partido y presidente de la Comisión Militar central -sus principales títulos, y por este orden- desgranó cuáles serán las prioridades de su nueva legislatura. En el exterior, confirmar a China como una nueva gran potencia. Una potencia que, dio a entender, en el futuro podrá incluso sobrepasar a Estados Unidos: "Necesitaremos seguirnos esforzando durante 30 años para alcanzar la completa modernización. Para entonces, nos situaremos orgullosamente entre las naciones y nos habremos convertido en una potencia global".
Y en el terreno interno, desarrollar la economía y proteger el medioambiente. Las dos prioridades que, considera, le exigen los ciudadanos e imprescindibles para mantener la legitimidad del mandato del Partido Comunista al frente del país.