Necesitaba estímulos renovadores, un golpe de efecto que lo despertara. San Lorenzo entendió que en el juego de ida de los 8os de final por la Copa Libertadores estaba la oportunidad. El 1-0 sobre Emelec debe servirle para consolidar la idea de volver a hacerse fuerte en el plano internacional, y también para desalentar los fantasmas que se arremolinaban respecto al futuro. El desquite, que será el jueves 10 de agosto en el Nuevo Gasómetro, tiene al Ciclón en una perspectiva saludable.
Esta semana, Guayaquil vivió una revolución futbolera con un par de jornadas particulares: el miércoles se vio en sus calles a miles de simpatizantes de Barcelona con sus camisetas amarillas, luego del triunfo copero ante Palmeiras. Ayer se pintaron de azul, desde bien temprano, con los simpatizantes de Emelec. Un marco impresionante en un escenario de jerarquía, el moderno estadio Capwell. Un duelo inédito -se midieron por primera vez en la historia-, al que San Lorenzo y Emelec arribaron con realidades similares: llegaron desinflados a los desenlaces de los torneos locales y no cumplieron sus objetivos. El del conjunto argentino era asegurarse el ingreso a la Copa Libertadores 2018.
El curso de la temporada exhibe a un Ciclón cuya identidad suele ser un misterio. Como aseguró su entrenador, el uruguayo Diego Aguirre, precisa mejorar para ganar "credibilidad". Lo concreto es que después de la goleada sufrida en el inicio del recorrido (4-0 contra Flamengo en Brasil), San Lorenzo hizo pie en cada presentación como visitante en este certamen. Se sabe que en Boedo sigue habiendo varios asuntos pendientes, que necesita balancear, pero el impulso que logró en Ecuador es un auspicioso.
Fuente: La Nación