Todas las mañanas de lunes a viernes, Luis Schapira, un médico de 91 años, se levanta y va religiosamente al Hospital Fernández, su segunda casa. Con 65 años de profesión y 27 como jubilado, su historia se conoció en las redes sociales la semana pasada cuando una usuaria publicó una foto en la que aparece de perfil con su bastón y su delantal insignia impecablemente blanco: "Cuando te preguntes qué es la vocación, acordate de este médico jubilado que sigue viniendo ad honorem al hospital", escribió @VayaAspirina en su cuenta de Twitter. El mensaje se propagó al instante y ahora lleva más de 5600 "retuits" y 16.000 "corazones".
"Yo sigo con la actividad habitual, mi trabajo siempre fue el mismo, dedicándome a los pacientes, por suerte encontré un jefe extraordinario a quien yo admiré y después ocupé su lugar. El hospital y los enfermos fueron para mi la clave y el trabajo para mi es mi descanso. Cuando dicen las redes sociales que me hicieron famoso, yo digo que al hospital le aporto poco, pero no es que el hospital a mi me precise, yo voy al hospital porque me gusta, porque aprendo, la medicina es el motivo de mi vida", le dijo a LT9 con una tremenda humildad.
La vida fue conmigo realmente muy buena, tuve la suerte de encontrara Sarita mi señora hace 57 años, tuvimos mellizos, uno médico como yo y el otro ingeniero tengo cinco nietos divinos, dos nueras preciosas, y ellos saben que para dedicarme a la familia yo me tengo que sentir bien. El vínculo con el paciente es fundamental en la medicina. Yo llego al hospital a las 8 y me voy a las 12 y para no molestar hago una pasada suave en los lugares donde fui jefe", contó en diálogo con Carina Bolatti en Dame Radio.
Nació en el seno de una familia judía en un humilde pueblo de Entre Ríos sin luz eléctrica ni agua corriente. Su familia, en ese entonces, estaba compuesta por cuatro integrantes. Su madre, Adela, era ama de casa y se ocupaba del cuidado de sus dos hijos: Luis y Samuel, que murió joven a causa de un cáncer de pulmón fulminante. Su padre tenía un "boliche" en el que, según Luis, "vendía de todo", según consignó el diario La Nación.
En cuarto año de medinina, cuando ingresó como alumno practicante al Hospital Alvear, sintió la verdadera vocación. Su carrera despegó durante esos años y se orientó en medicina clínica: "En mis 65 años de médico pasé por el Hospital Alvear, por el Rivadavia, por el Ramos Mejía y terminé en el Fernández, donde fundé la primera cátedra de Clínica Médica de la Universidad del Salvador y fui profesor durante 40 años. En todos ellos hay un conjunto de profesionales que «se pone la camiseta del paciente» y lucha, lucha, lucha tratando de solucionarle todos los problemas", contó con énfasis.