La reunión este miércoles en la Casa Blanca entre Donald Trump y Jean-Claude Juncker empezó bajo claros signos de pesimismo pero terminó con un inesperado acuerdo que frena la guerra comercial entre Washington y Bruselas. Los presidentes de Estados Unidos y la Comisión Europea acordaron la creación de un grupo de trabajo para negociar divergencias arancelarias. Mientras se lleven a cabo las conversaciones, ninguno de los dos bloques impondrá nuevas barreras comerciales al otro. Es decir, por ahora no llegarán los temidos impuestos estadounidenses a los coches europeos ni la pertinente represalia comunitaria. Pese a la tregua, hasta que no se alcance un entendimiento, se mantendrán los aranceles al acero y al aluminio decretados por Washington y las represalias de Bruselas. La Unión Europea, además, prometió importar más soja y gas natural licuado procedente de EE UU, lo que podría rebajar su dependencia de Rusia.
La guerra comercial entre ambos bloques, que suponen más de la mitad de las transacciones mundiales, no termina. Pero el pacto es un paso decisivo para rebajarla y es de las pocas buenas noticias en los últimos meses en la relación transatlántica marcada por los encontronazos y el desdén de Trump con sus socios europeos en asuntos comerciales, de seguridad y diplomáticos. No es ningún secreto el carácter camaleónico del republicano. En su día, también dijo haber alcanzado un acuerdo con China para evitar una guerra comercial pero luego se desdijo. Es cierto, sin embargo, que el pacto con la UE es algo más robusto, aunque carezca de detalles precisos, y fue anunciado con satisfacción tanto por el republicano como por el político luxemburgués.
“Pondremos en pausa futuros aranceles y reevaluaremos los impuestos al acero y el aluminio”, dijo Juncker en una comparecencia en la Casa Blanca, no prevista, junto a Trump tras más de dos horas de reunión. “Tenía una intención: lograr un acuerdo hoy”. El presidente estadounidense afirmó que se “resolverán” esos aranceles y las contramedidas de Bruselas. Y se mostró eufórico: “Es un gran día para el comercio libre y justo”. Ambos también acordaron trabajar para reducir a “cero” los impuestos en algunos bienes industriales, que no especificaron, y en reformar la Organización Mundial del Comercio, blanco habitual de la ira proteccionista de Trump.
Juncker explicó después, en declaraciones a la prensa en un centro de análisis, que el objetivo es que el grupo de trabajo se reúna durante los próximos 10 meses pero admitió que no hay un calendario preciso para levantar los aranceles actuales. “Acordamos que, si estamos logrando suficientes progresos en otros asuntos, esto se puede hacer de un día para el otro”, señaló.
En un comunicado conjunto, EE UU y la UE dicen haber acordado iniciar una “nueva fase” en la relación en la que ambos bloques “ganan” comercialmente. La nota menciona cuatro puntos: avanzar hacia la reducción de aranceles, fortalecer la cooperación energética, abrir un diálogo sobre estándares de facilitación comercial y colaborar en una reforma de la OMC.