Cuando el remate desde los doce pasos de Matías Caruzzo en la tanda infartante de los penales infló la red del arco del estadio Malvinas Argentinas resonó un grito de liberación conmovedor en la multitud canalla que viajó a Mendoza, que de inmediato retumbó en la cordillera de los Andes y desde allí se expandió como un rayo de felicidad por cada uno de los barrios rosarinos. Señoras y señores, Central otra vez campeón.
El club de Arroyito volvió a disfrutar de una vuelta olímpica luego de 23 años y lo hizo justamente en el certamen más federal que tiene el fútbol argentino. Claro que el autor intelectual de la conquista fue un hijo de la casa como es el ahora legendario Edgardo Bauza, que regresó a la entidad hace seis meses y le regaló al pueblo auriazul una alegría histórica. Los reflejos y la presencia de Jeremías Ledesma fueron vitales para torcer la definición desde los doce pasos y por ello también hoy Central está disfrutado las mieles del paraíso. De yapa abrió la puerta a la próxima Copa Libertadores. Salud Central, salud campeón.
La noche mendocina de ensueño terminó con los jugadores emocionados dando la vuelta olímpica y abrazados al trofeo sin querer que ese momento mágico termine nunca. Con los hinchas enloquecidos aplaudiendo a rabiar, gritando a corazón abierto y cantando con lágrimas en los ojos. Con padres abrazados a sus hijos y saltando como si fuera el día más feliz de sus vidas. La canción de Fito Páez "Dale alegría a mi corazón", que sonó tras la premiación, le dio un toque de mayor emotividad a una velada que ya quedó para siempre guardaba en el cofre de las grandes hazañas canallas.
Bauza lo hizo. Es cierto que su equipo no tuvo un juego atildado ni anoche ni en los cotejos previos, pero eso hoy importa un rábano. Porque el Patón evidentemente baja un mensaje ganador, que prendió en un grupo de jugadores que en los últimos tiempos venía de capa caída. Y ayer llegaron a lo más alto de la Copa Argentina, un torneo que encima dejó al club al borde la coronación en tres ocasiones recientes. Por eso vale muchísimo este título. Porque rompió un maleficio de disgustos que había que cortar de cuajo. Bauza ahora es la única persona en la historia de Central que logró convertirse en campeón como jugador y entrenador. Un logro tremendo que será difícil de igual. Además, Marco Ruben, el capitán, también se sacó la espina y cumplió el sueño de ser campeón en el club al que volvió de Europa en plenitud por amor a la camiseta. Por eso la emoción que embargó a Marquitos, disfrutando como un chico con juguete nuevo.
En los 90 minutos el gol de guapo de Zampedri no se pudo sostener y el empate de Faravelli puso en jaque la coronación (1 a 1). Pero Central, que terminó maltrecho porque debieron salir con molestias Gil, Camacho y el propio Zampedri, aguantó como pudo, a los ponchazos, para llegar a los penales. Y allí fue gigante otra vez Ledesma para poner nervioso a Silva, que levantó el remate, y luego atajó el de Guanini. Y con los disparos letales de Ortigoza, Ruben, Parot y Caruzzo, Central cantó campeón. Fue casi una hora de festejo loco en las tribunas y el campo de juego, foso de por medio, entre los hinchas canallas y los jugadores, que entre ellos se pasaban de mano en mano la Copa Argentina. Luego el festejo siguió en el centro de Mendoza y por supuesto en cada esquina de Rosario.
Aquel último título de la Conmebol 1995 de la mano de don Angel merecía una actualización. Y fue obra del Patón, un señor del fútbol con todas las letras. Central volvió a abrazarse fuerte a la gloria y a gritar la palabra más linda que tiene el fútbol: campeón.
Fuente: La Capital