Cada centímetro que sube, desplaza a miles de personas de sus casas: el nivel del agua ha alcanzado un punto crítico a una velocidad inaudita y ha iniciado una crisis que no se registraba desde hace casi 50 años, según el Gobierno de Mario Abdo Benítez.
Solo en capital del país sudamericano, Asunción, se han registrado 30.000 desplazados y se ha visto forzada a declarar la emergencia ambiental. Sus principales plazas y calles se han llenado de refugios improvisados levantados por los vecinos de los barrios más afectados, que son también los más humildes.
Cerdos, perros y gatos nadan buscando un lugar seco donde poder descansar. Los botes se cruzan con otras barcas en las que la gente carga sus bienes más preciados con un único objetivo: alcanzar tierra firme.
Se llevan consigo animales de granja, roperos, televisiones y heladeras —refrigeradores—, después de haber tenido que abandonar su hogar repentinamente cuando vieron que el río Paraguay se tragaba aceras, calles y edificios.
El domingo, de madrugada, un muro de contención que separa el barrio residencial de Sajonia (oeste de Asunción) cedió y el agua del río entró por sorpresa en alrededor de 200 viviendas.
Grupos de bomberos voluntarios, servicios de emergencia nacional y miembros de la Cruz Roja se desplazaron hasta allí para socorrer a los vecinos, pero no pudieron evitar el desplazamiento de al menos 7.500 familias, según las cifras de las autoridades municipales.
“El Gobierno ya había levantado el estado de emergencia y le había dicho a la gente que se mude otra vez. Y en 15 días volvió a subir el agua y ahí comenzó el quilombo. La gente se desesperó y muchas personas perdieron todo”, relató un poblador de apellido Cubilla. En su casa el agua llegó hasta las ventanas.
Hace dos meses, este pescador y peluquero canino se vio obligado a mudarse con su esposa y sus dos hijos hasta un parque municipal para construir su propia caseta de madera y techo de chapa donde dormir. Desde entonces viven allí, regresando cada día a vigilar su casa en el barrio —inundado— y colaborar con los vecinos en el rescate de sus bienes.
"Uno pierde muchas cosas acá cuando sube el agua... Vos perdés todo, tu lugar, tu privacidad. Los chicos deben ir más lejos a la escuela. Y el Gobierno no pone ningún autobús que les lleve o traiga. Nosotros tenemos que cuidar de todo. El Ejecutivo no me dio nada", añade Cubilla.
En San Miguel no se ven equipos de rescate del Gobierno, tampoco del Ejército: solo una camioneta policial está aparcada al lado de la explanada de asfalto donde las familias levantan sus refugios, temiendo que enseguida vuelva a llover.
En Caacupemi, la escuela de la zona, administrada por la red jesuita Fe y Alegría, estudian más de dos centenares de niñas y niños, y está inundada hasta casi el segundo piso. En la puerta, donde antes se acumulaban bicicletas, ahora hay barcas de madera flotando. El agua casi tapa el cartel de la Unión Europea que recuerda el apoyo brindado por el bloque comunitario a esta zona en una inundación pasada: “#devueltaacasa. Proyecto de ayuda humanitaria a familias afectadas por el fenómeno El Niño en Asunción”.
“Esta situación no se daba desde hace 48 años: el río crece aceleradamente (...) Podemos hablar de 22.000 familias afectadas en todo el país", dijo este lunes el titular de la Secretaría de Emergencia Nacional de Paraguay, Joaquín Roa, quién explicó en la estación de radio Monumental que la subida del río se debe a las intensas lluvias en el norte del país.
“La crecida que se ha generado hasta el momento es atípica y extraordinaria”, afirma el último informe hidrometeorológico y alerta que otras ciudades paraguayas como Alberdi, Concepción, Bahía Negra y Pilar están en situación similar o peor. (El País)