Zagreb quedó lejos. Muy lejos. Y la distancia es mucho más que un océano en el medio de dos continentes. En menos de 10 meses, Argentina pasó de tocar el cielo con las manos en la Copa Davis, en Croacia, a tener que remarla nuevamente en el barro. Como hace 16 años, cuando retornó al Grupo Mundial. Sí, en la temporada posterior a ser campeón, Argentina descendió. Perdió ayer la serie ante Kasajistán en Astaná (ver aparte) y en 2018 jugará, luego de 16 años, en la Zona Americana. Las raquetas principales le dieron la espalda al capitán Daniel Orsanic (la de Juan Martín Del Potro fue la más resonante) y la excursión para ir a salvar la categoría salió carísima. Sólo dos naciones habían descendido el año después de consagrarse: Argentina ayer fue la tercera.
El equipo albiceleste comenzó a perder su lugar en la élite en febrero, cuando Orsanic empezó a chocar con la negativa de los convocados. Arrancando por Juan Martín Del Potro. ¿Quién se hubiese atrevido a cuestionarle algo al tandilense en aquel entonces? Primero, teniendo en cuenta que salvo una vez nunca jugó la primera serie del año, aduciendo la necesidad de prepararse para el circuito y lo bruscos que le resultan los cambios de superficie. Después, porque en este 2017 la justificación era más valedera que nunca. El calendario tenístico había sido más largo que nunca para los jugadores argentinos teniendo en cuenta que la final en Croacia concluyó el 27 de noviembre. Incluso Del Potro jugó exhibiciones ante David Ferrer en diciembre. Recién ahí se fue a "descansar" tras un año intensísimo y que se tornó "de película" con una vuelta al circuito, tras sendas lesiones y operaciones, que incluyó la medalla de plata olímpica.
Además ni el más necio podría negar que la obtención de la Ensaladera hubiese sido posible sin la jerarquía de Juan Martín. En 2016 su ránking fue mentiroso, había perdido mucho terreno en el tiempo en el que estuvo "parado", pero metido en el partido el tandilense es de los que le ganan a cualquiera. Todos los tenistas top fueron víctima de su juego en algún momento. Y si bien no estuvo en la primera serie del año en Polonia y sólo jugó dobles en Italia fue clave para ganar el título. En Gran Bretaña él "se cargó" a un intratable Andy Murray Nº 1 del mundo, mientras que en Croacia fue el gran héroe, dando vuelta por primera vez en su carrera un partido a cinco sets. Y vaya oportunidad en la que se le ocurrió lograrlo. En el cuarto punto de la serie ante el local (que se puso 2 a 2) venció a Cilic, el oponente más duro, para dejarle servida la bandeja a Federico Delbonis, que completó la obra.
Aquel momento en el que Del Potro se llevó todos los flashes le significó también haberse ganado definitivamente un lugar de privilegio con el público. Todas las broncas y resquemores que regaron buena parte de su estadía en la Davis (y que lo llevaron a ausentarse por años) habían quedado enterradas. Porque eso parece ser también Juan Martín Del Potro, el que cosecha al mismo tiempo amores y odios. ¿Quién no pensó en Guillermo Vilas o en David Nalbandian viendo a Delpo levantar la copa? Justo dos que tanto la desearon, y la pusieron como prioridad más allá de todo, se retiraron sin conseguirla.
Tras ello, Delpo empezó a alejarse de la Davis. Primero utilizó las excusas pertinentes (nadie niega su valor) para no estar con Italia y semanas antes del repechaje confirmó que no la jugará más, que ya cumplió con ganarla. Hoy la prioridad de Juan Martín sigue siendo su carrera personal. Como siempre, salvo el año pasado en el que debía reinsertarse en el más alto nivel y la copa le vino bárbaro. Para él y para Argentina. Porque fue una relación simbiótica.
Su ausencia y espalda para afrontar el repechaje, igualmente hicieron ruido. Es que Daniel Orsanic lo acompañó durante más de seis meses en el circuito cuando el tandilense estuvo sin entrenador. Y esta vez daba la sensación de que el capitán necesitaba ayuda: no la tuvo. A diferencia de lo que ocurrió el año pasado, el mensaje de unidad, de valor, de igualdad de condiciones para los jugadores parece haber perdido peso. Del Potro puso punto final a la copa y lo siguió en la tónica su amigo Leonardo Mayer, también campeón en Zagreb. Tras ellos, cada nombre que se mencionaba como posible integrante para la serie de repechaje fue cayendo como en efecto dominó: Delbonis no. Carlos Berlocq no. Horacio Zeballos no. Cinco de los siete tenistas argentinos en el top 100 no la jugaron.
La revisión del asunto por parte de la dirigencia de la AAT es urgente e indispensable. Se sabe, gran parte del desarrollo del tenis se sostiene en la Davis. Y la pregunta principal subyace de inmediato: ¿por qué Argentina no pudo capitalizar ese logro histórico? ¿Por qué la mayoría de los jugadores no quisieron estar? Hasta hace algunos días la famosa, deseada y tantas veces esquiva Ensaladera de Plata paseaba por clubes del país. Intentaban acercar el trofeo a la gente para favorecer el entusiasmo. Hoy, esa copa no sólo está lejos físicamente (volvió a la sede de la ITF para ser entregada en noviembre al nuevo campeón), sino que está lejos en todo sentido. Argentina, tras conseguir la gloria, tocó fondo. La serie con Kasajistán fue apenas un detalle. Que por supuesto arrastró esperanzas (las de no descender), pero en realidad la categoría se empezó a perder en febrero, en el Parque Sarmiento de Saavedra, en Buenos Aires y ante Italia. No fue sólo una cuestión tenística. Egos y excusas otra vez se hicieron ingobernables.
Quedó lejos Croacia. Quedó a años luz ese domingo helado de un invierno europeo demoledor en el que Argentina consiguió lo que nunca en su historia e hizo del estadio Arena Zagreb una caldera llena de locura. Quedó lejos porque ese fue otro capítulo, porque el presente es otro e indefectiblemente obliga a pensar en otra cosa. Ahora hay que barajar y dar de nuevo, empezar a pensar cómo volver al Grupo Mundial. Cómo emular una estrategia que no era necesaria desde hacía 16 años, el tiempo que duró la última estadía en la élite del tenis mundial.
Fuente: La Capital