El serbio ha perdido la corona de Roland Garros y también podría perder el número uno si Alexander Zverev se hace con el título el próximo domingo.

Difícil por no decir imposible lo tiene el verdugo de Carlos Alacaraz para desplazar a 'Nole' de lo más alto del ranking. Y es que en las semifinales del viernes le espera un Nadal desatado.

A pesar de haber llegado con dos únicos torneos como rodaje (Mutua Madrid Open y Roma) y vivir permanentemente en tensión por el dolor que va y viene

en su pie izquierdo, el eterno Rafa ha tumbado por vigesimonovena vez a su gran rival por 6-2, 4-6, 6-2, 3-6 y 7-6(4), en 4 horas y 12 minutos.

El partido anterior también condicionaba los cuartos entre Nadal y Djokovic. Los dos protagonistas sabían que el camino se le había despegado al ganador porque Alexander Zverev en tierra no es Carlos Alcaraz.

Rafa, como era de espera, salió como un ciclón. El primer juego, al resto, se alargó 10 minutos y acanó en su casillero. Había pasado una hora y 'Nole' aún no se había puesto por delante en el marcador porque también perdió su saque en el inicio del segundo set.

La sensación de que podía ser su último partido en Roland Garros sí que estaba en el lenguaje corporal del campeón de 21 grandes. Djokovic parecía que pasaba por ahí.

El partido recordaba a la final de 2020 y no sólo en el marcador sino también en los preámbulos. Se apuntaban a las condiciones de juego como contrarias para el balear. Al frío y el techo del pasado se unía ahora la noche parisina.

Djokovic, que no había cedido un solo set en el torneo, había cedido el primer e iba camino de hacer lo propio con el segundo. El marcador era de 3-0 con una secuencia de siete asaltos para el 13 veces mosqueteros en la Philippe Chatrier.

Entonces llegó un amago de reacción del tenista balcánico, que logró la primera rotura. Se acercó hasta el 3-2. Pedía a los recogepelotas que se dieran prisa. No quería dar ningún margen a Nadal