A veces cuesta creer que en pleno centro marplatense puedan aparecer semejantes “bestias” particulares de otros destinos, de esos que sólo se ven por televisión. Verdaderos “monstruos de mar” que están más cerca de la costa de lo que uno supone. Es el caso del chucho, una especie que día a día gana fanáticos y adeptos a una pesca atrapante debido a la enorme batalla que ofrecen.
Si bien salen en todo el frente marítimo, con buenos portes como en la Escollera Sur, es la famosa Playa Popular la que registra los más grandes. Y eso tiene que ver directamente con el muelle del Club de Pesca Mar del Plata. Postal típica de la ciudad, divide esa playa con la Punta Iglesia, otro de los grandes pesqueros de la zona, y ofrece a sus socios la posibilidad de eviscerar los resultados del día en el lugar. Ese dato es central para la pesca en cuestión: enormes rayas y chuchos se acercan a la zona de las piletas para obtener comida. Muchas veces, anzuelo de por medio.
Ante esa posibilidad, varios socios del club optan por dejar caer el aparejo en uno de los costados y esperar el arranque de la caña. Otros cañófilos intentan de playa, una vez que los guardavidas ya no están o bien fuera de temporada veraniega, aunque con menos suerte. Pero saben que los chuchos están ahí y es cuestión de tentarlos para poder disfrutar de una pelea única.
En las últimas horas apareció una de las capturas más significativas, cercana a los 60 kilogramos de peso. Gabriel Urdiales, socio del club y fanático de la especie, tuvo una dura batalla que duró casi dos horas. Porque no se trata de clavar y simplemente traer, sino de una “negociación” donde el pescado y el pescador, de a ratos, van cediendo para después imponer condiciones. En definitiva, la pericia del cañófilo terminará por sancionar el resultado: si lo logra cansar lo suficiente, lo podrá sacar. Si pretende ganarle a la fuerza, es corte asegurado y victoria para el “aletudo”.
En esta oportunidad, el aparejo constaba de dos anzuelos en una misma brazolada, número 7/0 u 8/0, reforzado con nylon de 0,90 mm. Todo adosado a un reel rotativo de tamaño importante y una caña tipo vara, de fibra. Un clásico. Y la carnada, lo más fresca posible. A tal punto que Urdiales ató una enorme fumeta que minutos antes había sido atrapada desde el propio muelle, prácticamente viva. Según cuentan los testigos, la caña tardó apenas 15 minutos en arrancar.
Tras la pelea llegó el momento crucial: cómo sacarlo del agua. Debido a la altura del muelle y la imposibilidad de tener un copo tan grande para levantarlo, sólo queda la opción de la playa. La faena se convierte en una especie de carrera de obstáculos, donde varios compañeros deben irse pasando la caña por lugares que tienen, entre otras cosas, pilotes, paredones e incluso rejas, recorriendo todos los recovecos de la margen sur del Club. Finalmente, la salida al espacio público y posterior bajada a la playa para el ejercicio de cierre.
Toda una verdadera odisea donde la adrenalina registra niveles altísimos y pone a prueba la fortaleza física y mental del pescador. Aunque a veces hay varios cortes y se pierde la lucha, llega por fin el ansiado trofeo que queda inmortalizado en una foto o imagen de video, con la satisfacción de la pelea y posterior devolución de la captura a su hábitat natural. Pero, por sobre todo, con la ilusión del fanático de volver a vivir un encuentro tan extremo, lo más pronto posible.