La cumbre iba a estar marcada por la presencia del presidente de Estados Unidos, Donald Trump, crítico de la inmigración latinoamericana hacia su país y considerado poco amigable con el bloque.
Pero esta semana anunció que no vendrá por la crisis siria, con lo que quedó trunco lo que habría sido su primer viaje a la región como mandatario.
La otra ausencia forzada será la del mandatario de Venezuela, Nicolás Maduro, “desinvitado” por su supuesto manejo unilateral del proceso democrático.
La cumbre surgió con el objetivo de buscar la unidad de la región en un contexto de globalización, con una agenda basada en la defensa de la democracia, el libre comercio y el desarrollo sostenible.
En la primera reunión en Miami, Estados Unidos, en 1994, surgió la idea de crear un Área del Libre Comercio de las Américas (ALCA).
Ese mismo año había entrado en vigor el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) entre Estados Unidos, Canadá y México, que era el modelo de expansión regional para el ALCA y que hoy está en proceso de desmantelamiento, al menos en las declaradas intenciones de Trump.
Por ese motivo, en un claro retroceso en la integración americana, la de Lima será la primera Cumbre de las Américas en que México y Canadá, por un lado, y Estados Unidos por otro, se presenten en abierta discordia, además de la primera a la que no asistirá el mandatario estadounidense.
Ese propósito inicial de crear el ALCA fue abandonado, sin embargo, en la IV Cumbre, celebrada en 2005 en Mar del Plata, en medio de desacuerdos, fundamentalmente con un grupo de países con gobiernos de centroizquierda y liderado por el presidente venezolano, Hugo Chávez.
No obstante, el foro avanzó por otros caminos, como por ejemplo la adopción de una cláusula democrática que excluía a gobiernos que violaran los términos constitucionales y que se convirtió en la Carta Democrática de la Organización de Estados Americanos (OEA) hoy vigente.
Otros proyectos de integración regional, como el Pacto Andino -rebautizado como Comunidad Andina (CAN)-, el Sistema de la Integración Centroamericana o el Mercado Común del Sur, sobreviven con vaivenes mientras los presidentes de todos los países del continente se reúnen cada tres años en la Cumbre de las Américas.
La cumbre también sirvió de telón de fondo para un descongelamiento de las relaciones entre Estados Unidos y Cuba, emblemas de la Guerra Fría en América durante 50 años.
En la cumbre de Trinidad y Tobago, en 2009, la presencia del nuevo gobernante de Estados Unidos, Barack Obama, se sumó a una ola de solidaridad de América Latina por la inclusión de Cuba -separada de la OEA-, para crear un ambiente que se concretó en ciudad de Panamá en 2015.
En esa ocasión, el presidente de Cuba, Raúl Castro, en la primera presencia de su país, estrechó las manos con Obama. Sin embargo, las diferencias no quedaron cerradas, y prueba de ello es la ausencia en esta ocasión de Venezuela, principal estandarte del denominado “socialismo del siglo XXI”.
Maduro no estará porque así lo dispuso el gobierno peruano del ex presidente Pedro Pablo Kuczynski -caído luego por supuesta corrupción y sustituido por Martín Vizcarra- con apoyo de Estados Unidos y de países que forman el Grupo de Lima, que hace un seguimiento a la crisis venezolana.
Aunque Maduro prometió llegar a Lima “llueva, truene o relampaguee”, desistió al final. Paradójicamente, tampoco estará Kuczynski, pues se vio obligado a renunciar cuando era inminente que el Congreso lo destituyera por corrupción por sus vínculos con la empresa brasileña Odebrecht.
En las cumbres se suele hablar también de temas sociales y de cooperación, aunque en estos casos la mayoría de analistas son escépticos y creen que todo queda en pronunciamientos de papel que no se llevan a la realidad.
Fuente: Nodal.am