El 14 de mayo de 1999, fui invitado por la Asociación Israelita I.L.Peretz de Santa Fe, a la presentación del libro “Undécimo Mandamiento” que llevó a cabo su autor, Francisco Wichter, uno de los 3.300.000 judíos que vivían en Polonia cuando Hitler comenzó la invasión. Pocos años antes de la presentación de su testimonio, se había estrenado en los cines la película “La lista de Schindler”, ganadora del Oscar en la ceremonia de 1993.
Durante la entrevista previa a su charla abierta al público, Wichter me subrayó dos cosas: el “Undécimo Mandamiento” que se autoimpuso para escapar de las garras del nazismo fue “sobrevivirás”. Y por otra parte, se esforzó en resaltar que había logrado documentar con la lista original, el haber pertenecido a esa nómina de judíos anotados por Oskar Schindler, para que, registrados como obreros de su fábrica, hayan logrado sobrevivir a la monstruosa maquinaria de muerte hitleriana.
Pero en el tortuoso camino que recorrió antes de ingresar a la planta del empresario alemán, eternizado por el director de cine Steven Spielberg, Francisco Wichter padeció la muerte de todos sus familiares directos, amigos y vecinos, y además cayó prisionero en el campo de concentración de Poniatov, del cual pudo escapar. En el libro, publicado en el año 1998, el autor dice que “de las 18.000 personas recluidas en Poniatov, probablemente sólo yo estoy vivo”.
El grabador marchaba y lo que yo escuchaba me estremecía, inadvertido del contenido del texto que después pude leer.
“Undécimo mandamiento” es un legado histórico imprescindible, junto a tantos otros testimonios que nos advierten en primera persona acerca de las consecuencias reales que provoca el odio asentido y multiplicado.
De forma recurrente, junto a un sufrimiento indecible, aflora la motivación principal que gestó el libro: contar al mundo, que los seguidores de Hitler y acompañantes de su política de exterminio, eran personas como todas, sin nada extraordinario, vulnerables a transformarse en piezas funcionales a grandes aparatos de deshumanización, cada vez que se es indiferente o se subestiman, en cualquier plano y nivel, las expresiones de violencia que nos deben recordar la permanencia de la condición dual del ser humano.
En febrero pasado, a los 99 años murió Francisco Wichter. En la entrevista para LT9 finalizaba diciendo: “mi undécimo mandamiento fue sobrevivir para contarlo, sobreviví, y hoy escribí este libro, yo cumplí”.
En sus palabras, me atrevo a interpretar un llamado para que respondamos los del presente y los de las próximas generaciones. Con su obra ya realizada, Wichter pide que nos guíe el compromiso en prestar la debida atención a testimonios de semejante estatura, para poder pensar con menos desesperanza el futuro de la humanidad.