El aire frío de las noches de junio se tiñe de solidaridad en una casa de barrio Parque Liceo. El olor a comida nubla cualquier pensamiento de cansancio o agobio, y más de una docena de personas trabajan codo a codo para preparar lo que va a ser la cena de 65 hombres y mujeres que viven en la Terminal de Ómnibus de Córdoba y sus alrededores.
Mientras de fondo suena alguna canción de moda, en la casa de los Cesar el ritmo lo marcan los cuchillos y las cucharas, el vaivén del guiso moviéndose en un olla alta, y la vocecita de Marcos, el “enano” de 4 años que los embarcó en todo esto.
“Un día veníamos caminando, y él me preguntó si podíamos invitar a dormir a los nenes que viven en la calle. Como yo le dije que no, Marcos me repitió que teníamos que ayudarlos, que no podíamos mirar para otro lado”, cuenta Alejandra Cesar, mamá de Marcos y el pulmón de esta movida solidaria que ya tiene tres meses de vida.
Después de esa charla fue cuestión de un clic para que la ayuda llegara a la casa de los Cesar. Alejandra publicó en su cuenta de Facebook la idea de Marcos, que al principio era llevar leche caliente y pan con dulce, y en cuestión de horas tenía miles de mensajes tanto en las redes sociales como en su celular.
El pasillito de la casa se llenó de bolsas, de cajas y más cajas. Había desde un cochecito hasta andadores para la gente mayor que le cuesta caminar. La idea de Marcos estaba en marcha.
El comienzo
La primera noche cumplieron con la meta de llevar algo caliente, pero esta vez ya no eran Marcos y su mamá: se habían sumado al tren 30 personas, que por sólo ver el posteo en Facebook decidieron ser parte de esta idea.
“Marcos estaba supercontento. Esa noche vimos que había mucha gente que necesitaba ayuda, hombres y mujeres grandes, algunos con problemas de salud, por ejemplo”, relata emocionada Alejandra. A partir de ese primer pantallazo de la realidad en la terminal decidieron seguir con la idea del niño.
“La primera vez que fuimos tenía miedo de no poder seguir con esto. Pero la verdad es que cuando las cosas se complicaron, siempre nos las arreglamos para poder ir y llevar un plato de comida”, cuenta Alejandra.
Así fue como el segundo capítulo de esta jugada solidaria incluyó una rifa. Los Cesar y los voluntarios descubrieron que además de comida, las personas que viven en la terminal necesitan elementos de higiene personal, así que vendieron 100 números y ofrecieron como premio un miniliving que hizo el propio papá de Marcos, Alejandro.
Con lo que se recaudó, compraron ropa interior para las más de 60 personas que ayudan todos los sábados y domingos.
Ayudemos con el corazón
Lo que había surgido como una idea de un nene de 4 años, terminó siendo el germen de una organización que hoy tiene 15 voluntarios que quedaron fijos después de aquella primera visita a la terminal.
Alejandra cuenta que el nombre surgió a partir de una de las personas que ellos ayudan. “Uno de los viejitos que están en la terminal nos dijo que nos hiciéramos un corazón para que ellos nos pudieran reconocer”, y fue a partir de ese día que decidieron identificarse con una remera gris y un corazón rojo.
Ahora, Alejandra quiere escribir el tercer capítulo de este libro solidario que comenzó con una pequeña charla con su hijo. Esta vez, van a armar bolsitas de higiene personal, con jabón, máquinas de afeitar, toallas y, si se puede, con tela polar armar mantas.
Por eso necesitan el apoyo de todos para poder seguir ayudando con el corazón.
Cómo ayudar
Cualquier donación sirve y ayuda, pero en este momento los productos de higiene personal son prioridad para los chicos de “Ayudemos con el Corazón”.
Además, para poder seguir cocinando necesitan una garrafa y ollas grandes, ya que la que tienen se la prestan y se les hace muy difícil cocinar para tanta cantidad de personas en ollas pequeñas.
También necesitan ropa para adultos, la gran mayoría de los que viven en situación de calle tienen más de 50 años.
Contacto: Alejandra Cesar (0351) 152-693902.
Fuente: Diario La Voz / Catalina Bonacossa.