Jorge Bergoglio utilizó una "Carta al Pueblo de Dios", entendido en su universalidad, un instrumento excepcional que no se registra en la historia reciente de la Iglesia, para reiterar el "dolor", la "vergüenza" y el "arrepentimiento" por el escándalo de la pedofilia cometida por el clero.
Es "un crimen que genera profundas heridas de dolor e impotencia, sobre todo en las víctimas, pero también en sus familiares y en toda la comunidad". Las heridas que siguen al escándalo de la pedofilia "nunca prescriben", subrayó el papa.
"Aunque se pueda decir que la mayor parte de los casos se refiere al pasado, sin embargo con el pasar del tiempo hemos conocido el dolor de muchas de las víctimas y constatamos que las heridas no desaparecen nunca y nos obligan a condenar con fuerza estas atrocidades, así como a concentrar los esfuerzos para erradicar esta cultura de muerte; las heridas nunca prescriben".
"Mirando al pasado, nunca será lo suficiente lo que se hace para pedir perdón y tratar de reparar el daño causado. Mirando al futuro, nunca será poco lo que se hace para dar vida a una cultura capaz de evitar que tales situaciones no solo no se repitan, sino que encuentren espacio para ser cubiertas y perpetuarse",dijo el papa en la carta.
"Con vergenza y arrepentimiento, como comunidad eclesial, admitimos que no hemos sabido estar donde debíamos estar, que no hemos actuado a tiempo reconociendo las dimensiones y la gravedad del daño que se estaba causando en tantas vidas. Hemos descuidado y abandonado a los pequeños".
"El dolor de las víctimas y de sus familias es también nuestro dolor, por ello urge reiterar una vez más nuestro compromiso por garantizar la protección de los niños y de los adultos en situación de vulnerabilidad", agregó.
El pontífice llamó a dejar atrás las omisiones y pasar a la denuncia: "Hoy somos interpelados como pueblo de Dios a hacernos cargo del dolor de nuestros hermanos heridos en la carne y el espíritu".
"Si en el pasado -siguió- la omisión pudo volverse una forma de respuesta, hoy queremos que la solidaridad, entendida en su significado más profundo y exigente, se vuelva nuestro modo de hacer la historia presente y futura, en un ámbito donde los conflictos, las tensiones y especialmente las víctimas de todo tipo de abuso puedan hallar una mano tendida que las proteja y las rescate de su dolor".
"Tal solidaridad no pide, a su vez, denunciar todo lo que pueda poner en peligro la integridad de cualquier persona. Solidaridad que reclama la lucha contra todo tipo de corrupción, especialmente la espiritual", subrayó.
"Aprender a mirar donde mira el Señor, a estar donde el Señor quiere que estamos, a convertir el corazón estando en su presencia. Para este fin serán de ayuda la plegaria y la penitencia. Invito a todo el santo pueblo fiel de Dios al ejercicio penitencial de la plegaria y del ayuno según el comando del Señor, que despierta nuestra conciencia, nuestra solidaridad y nuestro empeño por una cultura de la protección y del 'nunca más' hacia todo tipo de forma de abuso".
"Es imprescindible que como Iglesia podamos reconocer y condenar con dolor y vergenza las atrocidades cometidas por personas consagradas, clérigos y también por todos aquellos que tenían la misión de vigilar y proteger a los más vulnerables. Pedimos perdón por los pecados propios y ajenos".
"La conciencia del pecado nos ayuda a reconocer los errores, los delitos y las heridas infligidas en el pasado y nos permite abrirnos y comprometernos mayormente en el presente en un camino de renovada conversión", agregó Francisco sobre la pedofilia.
"Esta suciedad está en la Iglesia", observó el Papa retomando las palabras del cardenalJoseph Ratzinger en 2005.
"Hago mías las palabras del entonces cardenal Ratzinger cuando, en el Vía Crucis escrito para el Viernes Santo de 2005, se unió grito de dolor de tantas víctimas y con fuerza dijo: 'Cuánta suciedad hay en la Iglesia y precisamente entre aquellos que, en el sacerdocio, deberían pertenecerle completamente a Él".
En otro tramo de la carta, Francisco recordó que "decir que no al abuso significa decir con fuerza no a cualquier forma de clericalismo" y por lo tanto "es imposible imaginar una conversión del actuar eclesial sin la participación activa de todos los componentes del pueblo de Dios".
El Sumo Pontífice condenó también a todos aquellos que ponen por delante "la autoridad en la Iglesia" anulando y disminuyendo al resto, actitud "muy común en numerosas comunidades en las cuales se produjeron comportamientos de abuso sexual, de poder y de conciencia".
Francisco ya había utilizado este medio, una Carta al Pueblo pero dirigida específicamente al pueblo chileno, siempre por el escándalo de la pedofilia. Antes Benedicto XVI también lo hizo, pero dirigidas a China e Irlanda, en tanto Juan Pablo II escribió una carta a todas las mujeres. En el pasado algunos obispos usaron esta fórmula, "carta al Pueblo de Dios", pero la referencia era a los fieles de su diócesis.
El instrumento usado hoy por el pontífice parece así totalmente excepcional, un llamado a todos los bautizados del mundo para contrastar la plaga del abuso de niños. (AFP)