"Hay una mafia, a mi hija la han matado por venganza; y al que la mató no lo van a encontrar, porque ese hombre no es de acá, lo han mandado de otro lado”. La declaración fue formulada por Nené Grassi, la madre de Nora Dalmasso (51) en diciembre de 2006, a sólo un mes del homicidio ocurrido en el barrio Villa Golf, de Río Cuarto.
Cuando se están por cumplir 12 años del asesinato, por primera vez un fiscal, oficialmente, formula una acusación de “crimen por encargo”. El viudo Marcelo Macarrón fue imputado, en marzo del 2016, como autor material del homicidio. Lo comprometió la presencia de su ADN en rastros hallados en el cuerpo y en el cinto de la bata con que ahorcaron a Dalmasso, según evaluó el fiscal Daniel Miralles, quien luego fue apartado.
Ahora, el nuevo instructor, Luis Pizarro, quinto fiscal de la causa, rechaza de plano que el viudo haya asesinado a su mujer con sus propias manos. Pero lo incrimina de todos modos.
“Descartamos la hipótesis de autor material y sigue como instigador (...) El móvil económico es una de las hipótesis que manejamos”, fue una de las pocas definiciones que brindó ayer Pizarro, tras indagar al viudo en los Tribunales de Río Cuarto.
Así el funcionario judicial confirmó el nuevo giro en el caso, pero no dio detalles sobre qué lo llevó a cambiar de hipótesis. Si el autor material no fue Macarrón, ¿quién fue? La pregunta, por ahora, no tiene respuestas oficiales.
Macarrón estuvo más de dos años acusado de haber viajado en la madrugada del 25 de noviembre de 2006 desde Punta del Este, Uruguay, hasta Río Cuarto para matar a su mujer, luego de tener relaciones sexuales. Después, según aquella hipótesis ahora descartada, regresó en una avioneta clandestina a Uruguay, donde participaba de un torneo de golf.
Ahora, para el fiscal Pizarro, el viudo es sospechoso de haber contratado a alguien para que la asesinara. Pero no se dice a quién, cómo, ni por qué.
Ayer, Pizarro tuvo a Macarrón frente a frente unos 20 minutos. Le comunicó que estaba imputado como presunto autor de “homicidio calificado por el vínculo, y por precio o promesa remuneratoria“ (artículo 80 inciso 3 del Código Penal). Macarrón sigue en libertad, con la misma fianza.
El delito que se le imputa ahora tiene la misma pena que la acusación anterior: prisión perpetua.
Macarrón, quien cumplió 59 años ayer, llegó puntual a la ampliación de la indagatoria. No pronunció ni una palabra ante la prensa. Llamó la atención que el defensor Marcelo Brito tampoco opinara sobre la nueva imputación.
Sin precisiones
“No lo sé”, respondió el fiscal cuando se le preguntó si habrá más imputaciones, si va a citar al exvocero de Macarrón, el abogado Daniel Lacase, o al empresario Miguel Rohrer, como aseguraron versiones periodísticas.
Los trascendidos daban cuenta de que se habrían investigado movimientos económicos de Lacase, pero hasta ahora no hay constancias de que en el hecho atribuido a Macarrón haya sido mencionado el abogado laboralista (exsegundo de Julio César Aráoz en la secretaría nacional de lucha contra el narcotráfico durante la década de 1990).
Versiones indican que en los últimos meses declararon ante Pizarro una mujer que supo ser allegada a Macarrón, una expareja de Lacase y los primeros en llegar a la escena del crimen, entre otros.
El fiscal utilizó media docena de detectives de la Dirección de Investigaciones Operativa (DIO) de la Policía Judicial para corroborar datos del expediente. Entre otros, habrían entrevistado al productor Rohrer y a su esposa en Buenos Aires.
Días atrás, Pizarro confirmó a La Voz que recibió la reconstrucción criminal realizada en 3D sobre la posible mecánica del hecho. El estudio fue solicitado para tratar de determinar si a Nora la mataron en la cama de su hija, si tuvo sexo consentido o fue atacada sexualmente, e intentar establecer los motivos por los que no se habría defendido. El informe mantiene varias hipótesis contrapuestas.
¿Y los rastros?
Por estas horas, existe mucha intriga sobre qué cúmulo de datos pudo haber conseguido Pizarro no sólo para avanzar en la hipótesis del crimen por encargo, sino también para decidirse a desechar la prueba genética. El ADN del viudo (en el cinto de la bata, en partes íntimas del cuerpo y en la sábana) constituía una prueba objetiva con la que su antecesor, Miralles, pensaba en la elevación a juicio.
En la otra vereda, el fiscal Javier Di Santo interpretaba que el rastro genético podría corresponder a una relación íntima de varios días o a una transferencia de ADN de prendas de habitantes de la casa en el lavarropas.
La insistencia de la defensa en marcar que en la evidencia había un ADN desconocido (en la sábana y en un pelo) podría jugarle ahora en contra, porque eventualmente podría corresponder a un sicario.
En 12 años, como un castillo de naipes se cayeron las diversas imputaciones: Rafael Magnasco, investigado por rumores que lo sindicaban como amante; el pintor Gastón Zárate, sospechoso de ataque sexual; Facundo Macarrón, inculpado “por sospecha leve” de abusar de su madre y de matarla, y Marcelo Macarrón, como supuesto autor material. Ahora, sin mostrar las cartas, Pizarro acusa a Marcelo Macarrón, pero como instigador. Pero aún nadie da respuestas para saber quién estranguló a Nora Dalmasso.
Fuente: La Voz