El gobierno argentino anunció con bombos y platillos la firma de un Acuerdo de Asociación Estratégica entre la Unión Europea y el Mercosur, aunque el pacto todavía no está firmado. Para los presidentes de Argentina y Brasil, Mauricio Macri y Jair Bolsonaro, este acuerdo es importante porque con él intentan mostrar que se acercan al mundo “civilizado” y se alejan de las prácticas que denominan “populistas” de los gobiernos que los precedieron. Y en Europa son conscientes de que en las dos potencias suramericanas hay gobiernos de corte liberal que impulsarán acuerdos de libre comercio sin poner las mismas trabas que durante años dificultaron las negociaciones.
Pero los obstáculos son numerosos, y más allá de las expresiones de deseos nada asegura que efectivamente se firmará un acuerdo.
Por un lado, existe un bloque de 28 países muy diversos que se va ampliando y en el que 19 de los miembros usan el euro como moneda. Por el otro, cuatro países en un bloque sin moneda común, que tiene serias dificultades para ampliarse e incorporar nuevos miembros y que incluso en 2017 suspendió a un país petrolero muy poderoso como Venezuela. Por otra parte, mientras la Unión Europea ha renovado su Parlamento y sus autoridades, el Mercosur atraviesa por un momento de extrema debilidad institucional. Su parlamento, el Parlasur, no tiene gran trascendencia e incluso el presidente Macri eliminó por decreto la elección directa de sus representantes restándole jerarquía, y Bolivia -que ya firmó el Protocolo de Adhesión en 2015- todavía espera que lo acepten como miembro pleno.
Como todo acuerdo comercial entre países o bloques, las asimetrías de desarrollo son fundamentales para saber quién se beneficia y quién se perjudica, aunque los gobiernos que lo impulsan a ambos lados del Atlántico insisten en que su respectivo bloque se beneficia más que el otro. Para saber quién gana y quién pierde habría que revisar rubro por rubro, país por país y producto por producto, y todavía no se han publicado los documentos con dichas precisiones. La gran diferencia entre ambos bloques radica en que el Mercosur podrá aumentar sus exportaciones de productos primarios como carne, azúcar o café y que la Unión Europea tendrá preferencias arancelarias para productos industriales e incluso la participación en obras públicas.
Sin embargo, en Irlanda los ganaderos ya pusieron el grito en el cielo porque son el primer productor de carne vacuna de Europa y aseguran que la apertura a la carne suramericana los perjudicará, de la misma manera que en Polonia se quejan de que el azúcar de caña importado de Brasil afectará su producción de remolacha azucarera, y en Francia cuestionan la destrucción del medio ambiente en Brasil. Las quejas en Europa de sindicatos y productores ya han tenido efecto. En Francia, menos de una semana después del anuncio, la vocera del gobierno dijo que su país no estaba listo para ratificar el acuerdo.
Los anuncios suelen tener un efecto político, y más aún en Argentina en un año electoral. Pero, como dice un viejo refrán, “del dicho al hecho hay mucho trecho”.
Por Pedro Brieger, columnista especializado de LT9 y Director del portal Nodal.am
Nota original en: cnnespanol.cnn.com