Las Primarias Abiertas Simultáneas y Obligatorias, las PASO, del domingo 11 de agosto, se convirtieron en un virtual plebiscito, como afirmó al día siguiente el analista Mario Wainfeld en el diario Página/12, y provocaron una crisis política e institucional sin precedentes. Durante las últimas semanas, y ante el crecimiento de la candidatura opositora de Alberto Fernández, desde el gobierno y los medios de comunicación afines insistieron en que estas PASO no eran unas meras primarias ya que estaba en juego el futuro de la Argentina. El mismo presidente, luego de votar, dijo “esta elección define los próximos 30 años”.
Las más conocidas encuestadoras vaticinaban un resultado ajustado aunque con una ligera tendencia favorable al Frente de Todos de Fernández por sobre el presidente Mauricio Macri. Durante los últimos días de la campaña las usinas oficialistas se movilizaron a pleno para evitar que Fernández se acercara al 45 por ciento de los votos, lo que implicaría un casi seguro triunfo en la elección “verdadera” del 27 de octubre. Para contrarrestar las encuestas desfavorables comenzaron a difundir la idea que había un “voto vergüenza escondido” y que mucha gente no estaría revelando su adhesión al presidente por algún temor difuso de ser identificada con el gobierno.
En diciembre de 2015, analizando el cambio de gobierno en la Argentina, señalábamos la potencia inédita de la despedida multitudinaria de Cristina Fernández un día antes de abandonar la presidencia y decíamos que no es lo mismo una derrota electoral que estar derrotados. Para destruir un movimiento popular hace falta mucho más que una victoria electoral y por eso las dictaduras militares en el siglo pasado fueron tan importantes para cerrar ciclos populares. Los detractores de la expresidenta llegaron a decir que estaba muerta políticamente y se regodearon con la consigna “no vuelven más”. Y reaparecieron los economistas liberales que -con su supuesto saber científico donde los números de la economía son apenas números y suelen priorizar la bolsa, los bonos, las tasas, el dólar- casi ni mencionan las fábricas que cierran o los aumentos de los productos básicos; todo en aras de defender las políticas de ajuste “necesarias”, como suele rezar el decálogo liberal ignorando el drama de millones de personas de carne y hueso.
Uno de los problemas del macrismo, de quienes lo siguen, y muy especialmente de aquellas personas que profesan un profundo odio a lo que representa el peronismo como movimiento popular, es que se hablan y escuchan entre ellas, y terminan por creerse su propio relato muy alejado de una realidad que desconocen, y tampoco les importa demasiado conocer.
Sin embargo, el macrismo comenzó a visualizar una derrota con números que le acercaban sus propias encuestadoras y convocó desesperadamente a que la gente fuera a votar, convencido de que una alta participación le garantizaría el triunfo. Entonces las PASO, una elección primaria dentro de cada coalición política, se convirtieron en unas elecciones de “vida o muerte” como aseguró el periodista oficialista Alfredo Leuco. Pero cayeron en su propia trampa. Ni en sus peores pesadillas podían imaginar 15 puntos de ventaja para Fernández, perder en casi todas las provincias -salvo Córdoba y su bastión de la Ciudad de Buenos Aires (CABA) o que su gran figura, la gobernadora de la provincia de Buenos Aires, María Eugenia Vidal, perdiera por casi 20 puntos. El argumento que comenzaron a utilizar el día después de que “nadie lo esperaba” es falaz. De la misma manera que no “veían” el drama cotidiano de millones de personas, y utilizaron a sus empresas encuestadoras como arietes políticos para influir en la opinión pública, ignoraron los datos de algunas consultoras, como los del Centro Estratégico Latinoamericano de Geopolítica (CELAG) cuyo trabajo de campo le daba a la fórmula Fernández-Fernández una ventaja de unos diez puntos. Vista la gran diferencia a favor de Fernández se puede pensar que tal vez ese “voto vergüenza escondido” no era para Macri, sino todo lo contrario, para una fórmula demonizada hasta el hartazgo en numerosos medios de comunicación, pero que en las grandes mayorías se identifica con un bienestar perdido por las políticas de ajuste de este gobierno.
Si algo le faltaba al resultado catastrófico para el macrismo, la impactante derrota de la gobernadora de la provincia de Buenos Aires por un margen incluso superior al que perdió Macri se asemeja a un golpe de nocaut. El candidato del Frente de Todos, Axel Kicillof, venció a quien era considerada “imbatible” y el mejor “cuadro” político del macrismo. Durante los últimos años Vidal, con una sonrisa compradora, tuvo horas y horas en los medios de comunicación y fue elogiada, apañada y blindada frente a la mala situación económica o algunos hechos trágicos que sucedieron y dependían directamente de su gestión. Los medios de comunicación construyeron una imagen positiva de Vidal como si ella estuviera al margen de las políticas de ajuste y nada parecía afectarla. Paradójicamente, su derrota fue aún mayor que la del presidente, en contraste con la construcción de un “sentido común” de que Macri le restaba votos. Vale la pena recordar que durante un tiempo se especuló con que ella podría reemplazar al mismísimo Macri como candidata a la presidencia, justamente porque era considerada la persona con “mejor imagen positiva” del país.
A mediados de julio, en México, le decíamos a Carmen Aristegui en CNN que Macri debía perder por goleada porque la realidad no se puede ocultar. Claro que nadie podía imaginar que el gobierno iba a construir su propia trampa al convertir las PASO en un plebiscito. El contundente triunfo de Alberto Fernández por 15 puntos se convirtió en lapidario, ya que todo plebiscito por naturaleza es binario: se vota por SI o por NO, y en este caso el resultado fue categórico. La mayoría de la población le dijo a Macri que no lo quiere más al frente del país. Y eso es muy importante también para el resto de América Latina.
Por Pedro Brieger, columnista especializado de LT9 y Director del portal Nodal.am
Nota original en: cnnespanol.cnn.com