En América Latina, como en tantos otros lugares, proliferan las teorías conspirativas para explicar hechos políticos. Es así que numerosas personas parecen creer que no existió un atentado a las Torres Gemelas, que la Triple Frontera entre Argentina, Brasil y Paraguay es un nido de terroristas musulmanes esperando una orden para atacar en cualquier momento, o que detrás de protestas masivas hay titiriteros invisibles.
El gobierno del presidente de Ecuador, Lenín Moreno, parece haberse sumado a esta ola. Hay que decir que es casi infantil pensar que un grupo de “infiltrados” pueda llevar de las narices a un movimiento popular. Ni el más poderoso servicio secreto es capaz de provocar un levantamiento popular, y mucho menos liderarlo. Cuando grandes masas salen a las calles es porque hay un caldo de cultivo para que esto suceda, sea por un hartazgo prolongado o por algo muy puntual.
Esto es cierto para revueltas de diferente signo político; como las árabes en 2011, las llamadas “revoluciones de colores” en los países que pertenecían al bloque soviético, o las protestas opositoras en Venezuela y Nicaragua. La gente protesta porque hay motivos para protestar.
En el caso concreto de Ecuador fue la eliminación de los subsidios a la gasolina lo que encendió la chispa de la protesta que rápidamente se volvió incontrolable. Desbordado por su masividad el gobierno intentó estigmatizar a quienes ocupaban las calles. Primero dijo que eran “correístas” quienes protestaban para luego afirmar que la revuelta estaba siendo organizada por “el sátrapa” de Nicolás Maduro —como afirmó el presidente Moreno— y que había “venezolanos enviados” para provocar disturbios. Como si esto fuera poco, le sumó otro “demonio”, las FARC, las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia.
Pues bien, si las protestas eran fruto de una gran conspiración, cabe preguntarse por qué derogó el decreto que —según sus propias palabras— era para ayudar a los más pobres y que de ninguna manera iba a derogar. Días después de comenzadas las protestas en cadena nacional y flanqueado por militares dijo: “no voy a dar marcha atrás”.
La gran paradoja en el caso ecuatoriano es que el propio Moreno –de joven– fue blanco de las mismas acusaciones que él hoy tiene contra la gente que ahora salió a las calles. En 1978 el gobierno militar decretó el aumento del transporte público y miles de personas participaron de las protestas de lo que fue conocido como “La guerra de los cuatro reales”. En ese entonces el Movimiento de Izquierda Revolucionaria -el MIR- fue uno de sus actores principales. Un joven Lenín Boltaire Moreno Garcés participaba del MIR y de esas luchas, y al MIR también lo acusaban de ser manipulado por fuerzas extranjeras como sucedía con la mayoría de los movimiento de izquierda en la región.
Sería interesante saber qué piensa hoy el actual presidente de Ecuador sobre las acusaciones que se hacían contra su propio movimiento político cuando él participaba de las protestas.
Por Pedro Brieger, columnista especializado de LT9 y Director del portal Nodal.am
Nota original en: cnnespanol.cnn.com