Un día como hoy de 1960 nacía la magia en el fútbol... Como un guión para el mejor director de una película atrayente. En una villa ecléctica y apesadumbrada por los pesares que la vida descargaba en sus habitantes. Un Rayo misterioso asomó a las 7 de la mañana para alumbrar en el mundo del fútbol un camino diferente. Un camino por el que iba a transitar un Dios pagano e incontrastable, que sacudiría todos los estratos futboleros sin ninguna dimensión a tener en cuenta y que mostraría la estirpe más elevada que un jugador de fútbol pueda dar.
Los nombres de Di Stefano, Pelé, Eusebio, Cruyff, Puskas y Beckenbauer se confundían en una marquesina elegante tratando cada uno de hacer valer su nombre a través de sus grandes aventuras futbolísticas. Pero el Dios pagano asomó su cabeza sobre todos y con una amplia sonrisa les mostró la más grande de las proezas y sus nombres quedaron eclipsados como por arte de magia.
El mundial juvenil 79 en Japón, el título con Boca, sus gambetas en Barcelona, su epopeya en Nápoles, la Mano de Dios fueron la antesala del momento cumbre en que el Dios pagano definitivamente fundó su propia Iglesia: la extraordinaria, inconmensurable, inigualable, irrepetible apilada a los inefables ingleses que derivó en el gol más lindo e importante de un Mundial, la cita máxima del balompié.
Las lágrimas después de la final en Italia '90 fueron y siguen siendo la esencia más indestructible que el fútbol tiene, socavando los negocios que siempre rodean al poder de este magnífico deporte.
Su vida particular es otra cosa... Pero el que este libre de todo que tire la primera piedra...
El fútbol le guarda el mejor lugar en el altar de los destacados. Su ejemplo lo dio a través de la pelota... Esa pelota, que según Diego, no se mancha...