Un día después del golpe de Estado en Bolivia, el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, dijo en un comunicado que “aplaudía al pueblo de ese país por exigir libertad y a los militares bolivianos por cumplir con su juramento de proteger la Constitución de Bolivia y no solo a una persona”. Trump mencionó a los militares, los mismos que fueron clave para el golpe cuando le “sugirieron” a Evo Morales que renunciara.
En el último tiempo han reaparecido militares latinoamericanos en diferentes escenarios regionales y desde Estados Unidos crecen las voces para una mayor intervención en la región. A fines de noviembre, el jefe del Comando Sur de Estados Unidos, Craig Faller, en la base de Soto Cano en Honduras, dijo que estaban allí para contrarrestar “amenazas” y brindar “seguridad” en toda la región. Pocos días después, el secretario de Estado, Mike Pompeo, que también supo estar al frente de la CIA, dijo que iban a apoyar a aquellos países afectados por la intervención de Cuba y Venezuela en las protestas aunque no especificó cómo iba a ser dicho apoyo. Claro que, conociendo la histórica relación entre Estados Unidos y América Latina, el explícito retorno de la “doctrina Monroe” y el hostigamiento hacia Cuba y Venezuela, no es muy difícil imaginar que uno de sus objetivos será evitar el resurgimiento de gobiernos progresistas que puedan cuestionar la política de la Casa Blanca.
Dejando de lado los casos de Cuba, Nicaragua y Venezuela, donde las Fuerzas Armadas siempre fueron un pilar de dichos procesos políticos, en el siglo veintiuno los militares parecían estar en un segundo plano, a la sombra de los poderes civiles. Sin embargo, si se mira la actualidad suramericana se verá que en los últimos meses la presencia militar se hizo notar con fuerza como hace tiempo no sucedía.
Varios militares brasileños amenazaron con intervenir en 2018 si el expresidente Lula da Silva no iba a la cárcel, y Jair Bolsonaro hoy cuenta con varios miembros de las Fuerzas Armadas en su gabinete. Frente a las protestas en Ecuador y Chile, los presidentes Lenín Moreno y Sebastián Piñera aparecieron flanqueados por militares para fortalecer su imagen.
También el presidente de Perú, Martín Vizcarra, cuando decidió disolver el Congreso y convocar a elecciones, se mostró con los altos mandos de las Fuerzas Armadas y la Policía. En las recientes elecciones en el Uruguay un general nacionalista de derecha obtuvo el 11 por ciento de los votos y antes de la segunda vuelta se dio a conocer el video de un exmilitar que amenaza a varios miembros del gobierno del Frente Amplio, evocando el golpe de Estado de 1973.
En este contexto, cabe preguntarse si es una excepción lo sucedido en Bolivia o si los militares vuelven a escena como en los viejos tiempos.
*Nota original publicada en CNN en Español