La década de los '90 en la Argentina marcó un punto de inflexión en el trabajo de los periodistas. Con mucha fuerza el periodismo de investigación, de la confrontación con el poder empezaba a ganar espacio en los medios y sobre todo una fuerte acogida en los lectores. Tanto fue así que la rebeldía de los jóvenes por una sociedad más justa, su lucha contra la corrupción y una sociedades más ecuánime se materializaba, según sus convicciones, a través del periodismo y eso se reflejaba en la matrícula de las universidades. Los inscriptos a las carreras de comunicación o de periodismo se acercaban muchísimo a los que abrazaban el derecho a través de las ciencias jurídicas, entendiendo a las carreras de Derecho como trinchera de lucha por la justicia. Era más viable denunciar, confrontar y militar por esos valores desde los medios de comunicación que desde el sistema judicial.
Se transformaba en un elíptico cuestionamiento a poder judicial que miraba más al poder que a la gente, fenómeno que se fue agudizando con el correr de los años.
En los medios electrónicos proliferaron los programas de investigación y los medios gráficos daban cada vez más espacio a periodistas que, por sus pesquisas, ganaban popularidad y prestigio.
El fenómeno también fue en aumento al punto tal que el periodista se transformó en noticia y no en productor de la noticia, de la información, algo que no me termina de convencer.
El periodista, trabajador de prensa, comunicador, se ubica hoy en un lugar central en la sociedad. ¿Está bien?
¿Está bien que la noticia sea el periodista? ¿no hay demasiado vedettismo en estos tiempos? ¿no nos está comiendo el personaje? Y si adoptamos posiciones políticas ya que así fueron concebidos los originales medios de comunicación, como verdadera tribuna política y de opinión, ¿por qué nos enojamos cuando el poder nos critica, cuando los políticos nos critican? ¿podemos criticar a los políticos pero no que nos critiquen? ¿una crítica al periodismo es una amenaza a la libertad de expresión?
Sigo sumando preguntas en estos nuevos tiempos y en vísperas de una nueva normalidad: ¿por qué cuando se critica a los periodistas o medios hay una férrea defensa corporativa? ¿está bien o está mal?
¿No hay una delgada línea que divide al periodista del político? ¿el militante puesto a periodista es lo mismo que el periodista político?
Creo que los periodistas están tapando los baches que muestran los partidos políticos y eso se ve con la mayor cantidad de oferta de candidaturas electorales a periodistas y comunicadores, muchas veces no tanto por sus posiciones políticas como por su visibilidad mediática.
Finalmente, y con esto cierro, ¿la Argentina está preparada para que cada medio -más allá de que se vislumbra el pensamiento político de cada uno- exprese su adhesión a determinadas candidaturas? Para llevarlo a los términos futbolísticos, ¿el país se “banca” que un periodista diga públicamente que es de River o de Boca, de Racing o de Independiente o de Unión o Colón?
Volviendo al periodismo político: ¿contamina la opinión del periodista el hecho de sostener una postura partidaria? ¿pierde credibilidad el medio o el periodista? ¿Sostener un pensamiento político en un medio de comunicación significa no ofrecer espacio al que piensa diferente? ¿cuando se les ofrecen espacios en dichos medios, hay resquemores?
Vivimos tiempos de cambios constantes, de incorporación de nuevos actores en la comunicación, del periodismo ciudadano, plataformas, podcasts, youtubers, instagramers, influencers. ¿Son ellos las nuevas expresiones de aquellos periodistas de los '90?
Lo cierto y real es que pese a los cambios para ser periodista es condición sine qua non hacerlo con pasión, ninguna tecnología la podrá sustituir.
Osvaldo Medina, periodista de LT9 y Cablevideo digital.