La vida de Carlos Menem estuvo marcada por múltiples contradicciones y cambios de postura tanto a nivel de la política argentina como en su vínculo con el mundo y -principalmente- su recordada alianza con los Estados Unidos en la década de los noventa del siglo pasado.
Menem, un político pragmático, comprendió que el mundo estaba cambiando con la caída del muro de Berlín el 9 de noviembre de 1989 y la intervención de Estados Unidos en el golfo Pérsico para expulsar a las tropas iraquíes que habían invadido Kuwait el 2 de agosto de 1990.
Durante casi cuarenta años la política internacional giró en torno a la disputa por la hegemonía entre dos bloques consolidados. Por un lado Estados Unidos y sus aliados europeos, y por el otro, la Unión Soviética y los países llamados socialistas. La era Gorbachov, la Perestroika y el derrumbe del Bloque del Este, marcaron el comienzo de un nuevo período signado por la hegemonía estadounidense que el presidente George Bush definió como el nacimiento de un Nuevo Orden Internacional. Esta definición Menem la tomaría como propia en un discurso el 2 de mayo de 1991 cuando anunció que “la Argentina ingresa en un nuevo orden internacional”. En resumidas cuentas, Menem hizo suya la teoría del “realismo periférico” que consideraba que, dado que la Argentina es un país “periférico”, lo realista es alinearse de manera incondicional con Estados Unidos, la potencia hegemónica El envío de dos fragatas al Golfo para sumarse simbólicamente a una gran coalición internacional fue la expresión más acabada de este pensamiento. Hasta el día de hoy no queda claro si los dos atentados que sufrió la Argentina (en 1992 contra la embajada del Estado de Israel y en 1994 contra la sede de la principal mutual judía) fueron consecuencia de dicha participación.
En noviembre de 1991 el Congreso de los Estados Unidos recibió con una generosa ovación pocas veces vista a Carlos Menem, quien sintió que el mundo se rendía a sus pies. Era elogiado y mimado por los grandes medios de comunicación internacionales que veían cómo el histórico peronismo -en la figura de Menem- abrazaba muchas de las ideas que había combatido en el pasado.
Para la misma época en que Menem se acercaba a los Estados Unidos comenzó a gestarse lo que fue conocido como el “consenso de Washington”, una serie de medidas económicas liberales para América Latina que recomendaba el economista John Williamson sobre las que había “consenso” -en Washington- en lo que debía ser el vínculo de Estados Unidos con la región. Entre sus postulados se planteaba un drástico achicamiento del Estado, la disciplina fiscal, liberalización del sistema financiero y amplias facilidades a las inversiones externas. Gracias a mucho dinero que circuló en numerosos medios de comunicación se fue construyendo un “consenso” de que todo lo público era ineficiente, para dar piedra libre a una gran ola de privatizaciones y la demonización de quienes se le opusieran, y en primer lugar los sindicatos de las áreas más afectadas. Carlos Salinas de Gortari en México, Alberto Fujimori en Perú y Carlos Menem fueron los abanderados de estas políticas, siendo Menem el mejor alumno ya que -además- contaba con la autoridad de pertenecer a un partido popular que lo apoyó mayoritariamente.
Construyeron el mito del crecimiento que partía de una ruptura con el populismo y el estatismo para llevar adelante privatizaciones, una profunda reforma del Estado y alcanzar el bienestar prometido entrando a un mítico “Primer Mundo”. Fue el mito de la década neoliberal.
En 1946 Juan Domingo Perón accedió a su primera presidencia con la consigna “Braden o Perón”, en referencia al embajador de los Estados Unidos Spruille Braden, que parecía el jefe de campaña de la oposición al movimiento popular que luego sería conocido como peronismo.
En 1991 Menem era recibido en Washington como un gran aliado destinado a enterrar un movimiento popular identificado con el antiimperialismo. Diez años después la Argentina estalló y su figura se eclipsó lentamente.
El peronismo, como movimiento popular, trascendió a Menem y en el año 2005 Néstor Kirchner se le plantó al presidente George Bush (h) para decirle “NO” al ALCA, el gran proyecto de la Casa Blanca para toda América. Elípticamente, Kircher le decía a Bush que Menem había sido apenas un accidente en la historia del peronismo. En 2010 el funeral de Kirchner fue masivo con toda la liturgia peronista; en 2021 el de Menem fue apenas una ceremonia íntima.
Publicada originalmente en Nodal.am