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Argentina y México proponen un nuevo eje progresista

— Pedro Brieger

VIERNES 26 DE FEBRERO DE 2021

Las  visitas de Estado tienen múltiples dimensiones y hay diferentes  criterios para evaluarlas más allá de las afinidades políticas, entre  otros, la duración de una visita y las actividades que se realizan. Muy  lejos en el recuerdo quedan las giras de semanas, como la que realizó el  presidente de Francia Charles de Gaulle en 1964 por 10 países de  América del Sur a lo largo de 26 días. Ahora el tiempo apremia, todo es  breve y las visitas de Estado suelen durar horas, apenas para un saludo y  la firma de algún documento protocolar. No es el caso de la visita de  Alberto Fernández al presidente Andrés Manuel López Obrador (AMLO).

La  excusa del viaje a México fue la conmemoración del bicentenario de la  independencia mexicana y específicamente el día de la bandera, el 24 de  febrero. Fernández permaneció durante tres días y se pudo percibir una  gran empatía con AMLO, que lo invitó a varias actividades por fuera de  lo estrictamente protocolar. De hecho, fue el primer presidente  extranjero en participar de la famosa “mañanera”, la conferencia  matutina de AMLO. Además, habló en el Senado, fue declarado huésped  ilustre de la Ciudad de México por la jefa de gobierno Claudia Sheinbaum  y visitó el laboratorio Liomont para conocer el lugar donde están  desarrollando vacunas de manera conjunta. Como si esto fuera poco  acompañó a AMLO al acto central por el día de la bandera en Iguala el 24  de febrero.

Vale la  pena recordar que López Obrador accedió a la presidencia el 1 de  diciembre de 2018 mientras en la Argentina gobernaba Mauricio Macri,  claramente alineado con la política exterior de los Estados Unidos y que  propugnaba el abandono de los mecanismos de integración regional. El  hecho fortuito que unió a Fernández con López Obrador un mes antes de  que asumiera formalmente la presidencia fue el golpe de Estado contra  Evo Morales el 10 de noviembre de 2019. Entre ambos lograron salvarle la  vida a Morales.  

Ya en la  presidencia desde el 10 de diciembre de 2019 Fernández estrechó el  vínculo con el gobierno de México buscando una mayor integración  regional a través de proyectos conjuntos, el relanzamiento de la  Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC) y el Grupo de  Puebla como ejes políticos. De esta manera se diferenció de los  gobiernos de derecha de la región que no impulsan mecanismos de  integración latinoamericanos sino todo lo contrario; salvo, cuando se  trata de atacar de manera conjunta al gobierno de Nicolás Maduro, como  si este fuera el único tema de interés en América Latina.

Desde ya que no extraña que los  grandes medios de comunicación opositores a ambos gobiernos hayan puesto  el énfasis en todo lo que podía provocar roces y distanciamiento entre  los dos presidentes. Sin embargo, sus discursos, las imágenes de cordialidad entre ambos, sus elogios mutuos y el documento conjunto de  15 puntos son más que elocuentes. Alberto Fernández y Andrés Manuel  López Obrador tienen una visión estratégica común respecto de la  necesidad de una verdadera integración regional de América Latina y el  Caribe, el acceso equitativo a las vacunas, las críticas a la  Organización de Estados Americanos (OEA) comandada por Luis Almagro, e  incluso de la cooperación espacial a través de una Agencia  Latinoamericana y Caribeña del Espacio (ALCE). La tarea no es sencilla,  pero para comenzar se necesita voluntad política. Y ambos la tienen.

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