Andrés Cantó es un joven español que transformó una discusión con sus padres en una obra de ingeniería que hoy llama la atención de miles de seguidores en las redes sociales. Es que, enfadado con sus papás por un desacuerdo menor, en el año 2015, este adolescente de entonces 14 años comenzó a cavar un pozo en el propio fondo de su casa familiar.
Lo que empezó como una descarga emocional de un púber irritado hoy se ha convertido en una cueva donde Andrés puede vivir tranquilamente, ya que cuenta con tres habitaciones y una serie de comodidades hogareñas convencionales como luz, calefacción y hasta señal de Wi-Fi.
La fabulosa obra de arquitectura de este joven de Alicante, que fue asistido por un amigo en su original empresa, fue difundida por el propio Cantó en su cuenta de Twitter e inmediatamente se convirtió en un fenómeno viral que tiene incluso periódicas actualizaciones.
Porque las obras en la cueva continúan, y sus progresos siguen asombrando a los seguidores, que saludan la iniciativa y los trabajos de este lugar que comenzó siendo simplemente “el agujero de Andrés” y hoy tramita la licencia municipal para legalizar la obra.
“9 de marzo de 2015. Tras una pataleta de prepúber, me puse a darle picazos al bancal. No manejaba yo muy bien las emociones”, escribió en su cuenta de Twitter Cantó. Así comenzaba un hilo en el que desarrollaría toda la historia de la cueva.
El pozo empezó a realizarse en el patio de la casa de los padres del joven, cerca de un hueco que ya existía donde la familia tenía pensado construir una pileta que después no se realizó por falta de fondos. Esto ocurrió cuando el joven tenía apenas 14 años, y el lugar de lo que sería su proeza arquitectónica está ubicado en un pequeño pueblo de 2400 personas de Alicante llamado La Romana.
Cantó encontró el gusto de cavar y pronto la empresa se volvió un poco más seria. Hace dos años y medio decidió que podía darle un objetivo práctico a su “pataleta” inicial. En ese momento también apareció en escena su amigo Andreu Palomero que, impresionado con lo que hacía su compadre, decidió ayudarlo en sus labores de excavación.
Luego de hacer una escalera que bajaba unos metros del nivel del suelo, el muchacho siguió picando la tierra hacia un lateral para hacer la primera habitación. “La cueva fue surgiendo entre lo que me permitía la tierra y mi propia imaginación”, relató Cantó al medio español Nius Diario.
Para avanzar en su descenso y en las demás excavaciones los dos jóvenes crearon un sistema de poleas para poder sacar la tierra del agujero sin tener que entrar y salir permanentemente del hoyo. “No tengo nada de experiencia en la construcción, pero con el tiempo he ido aprendiendo”, expresó el joven, que hoy tiene 20 años y estudia para ser actor.
Hasta la fecha, Cantó y su amigo Palomero construyeron en el hoyo tres habitaciones, aseguradas con bóvedas y pilares para evitar desprendimientos que puedan ser fatales. Dos de estos espacios independientes se encuentran a unos tres metros y medio de profundidad y la tercera, a cuatro metros.
Además, en esos lugares hay algunos muebles, una cama, y el lugar cuenta con electricidad, conexión a Internet -pagó por datos ilimitados y utiliza el celular como rúter- e, incluso, un sistema de calefacción por tubos que llega a dar calor a todas las habitaciones.
Gracias a todas estas comodidades, Andrés pasa muchas horas con sus amigos en ese lugar. Allí se puede estar de pie en todas las estancias y expertos en construcción de cuevas le han dado el visto bueno a las cuestiones de seguridad.
Actualmente, el joven sigue cavando. Dedica a ello una hora y media por la mañana y otro hora y media por la tarde en su trabajo, y sus familiares ya se han acostumbrados a decir que el muchacho se encuentra “en el agujero de Andrés” cada vez que lo pierden de vista. Y no se equivocan.
Pero la obra de Andrés Cantó ha chocado también con algunas quejas. Cuando pocos días atrás, el muchacho contó su historia en Twitter, algunos vecinos de su pueblo reclamaron que Andrés debía pagar impuestos por su “vivienda”. Incluso, recibió la visita de la Guardia Civil para hacer una inspección a la cueva. Afortunadamente, la visita aprobó la obra.
“Me han comentado que les preocupa que pueda venir alguien y caerse, pero esto es una propiedad privada y no puede entrar nadie sin nuestro permiso”, señaló el joven. “Ya han venido los del Seprona (Servicio de Protección de la Naturaleza) y los de la Guardia Civil a certificar la cueva. Todo en regla, gente. Muy majos, ellos”, agregó en otro mensaje.
Pero entre todos los comentarios que surgieron en las redes sociales, hubo una recurrente: los de la gente que lo consultaba sobre cómo podía evitar que la cueva se inundara con una lluvia fuerte. “La cueva está hecha en un alto y el agua no se acumula, y el acceso está cubierto por un techado. Además, el agua hace que la tierra se compacte más y la hace más segura. Cuando estás adentro, es tan profundo que no te enterás siquiera que llovió”, aclaró el muchacho.
A pesar de que su cueva ya es completamente habitable, que cuenta con todas las comodidades y de que invirtió miles de horas de su vida en la construcción, Andrés no ha terminado su tarea. “Pienso que voy por seguir teniendo ganas de cavar y hacerla más grande. No me pongo límites”, concluyó.
Fuente: La Nación