Hay frases que están enquistadas en el argot futbolero y que representan una parte necesaria del "mundo de la redonda". Una de ellas es: los clásicos son especiales, es un partido aparte. No importa quien llegue mejor. Y parte de razón tiene esta sentencia, porque los estímulos son diferentes, la adrenalina se reproduce de otra manera, y el honor pasa a ser un elemento esencial en la disputa de tan importante partido.
Nuestro clásico es obvio que no escapa a estas aseveraciones. El que vamos a vivir el próximo domingo, además, tiene condimentos especiales. Y es por eso que conlleva una carga extra, que salvo en el '89, no se ha dado en su historial. Define posición para cuartos de final y clasificación para los mismos. Colón por conservar el primer puesto y Unión nada menos que para clasificar. Y esto en la primera división, lo que lo hace más importante aún.
Es bueno que esto ocurra, porque indica que se mira hacia arriba, que los objetivos son de máxima y no de mínima. Algo que desde hace mucho tiempo le pedimos a nuestras queridas instituciones: que la lucha esté por lo de arriba y no por lo de abajo.
En lo estrictamente futbolístico, más que nunca, el resultado es de pronóstico reservado. Quizás Colón juegue menos presionado porque está clasificado. Puede ser una situación favorable para el Rojinegro. Unión está obligado a ganar para asegurar su lugar en cuartos y esa premura tendrá que saberla manejar. Pero también en la mente sabalera seguramente se instala la idea que perder el clásico lo coloca en una situación anímica desfavorable para afrontar la parte final del torneo.
Para Unión ganarlo es descolocar a su rival y clasificación. Los rojinegros volvieron a mostrar eficacia y orden frente a Arsenal. Los rojiblancos levantaron la autoestima en su triunfo ante Defensa y Justicia. Encontraron la medida de lo que pretenden para ser efectivos, aunque es bueno aclararlo, ante rivales disminuidos. Y como en toda la historia de los clásicos existe una parte que está íntimamente relacionada con circunstancias y accidentes que el juego depara.
Y eso escapa a la lógica de cualquier análisis. Los pequeños detalles se transforman en grandes motivaciones. Por eso es especial. Y aún más en esta oportunidad por los condimentos inusuales que sazonan este clásico.