La historia de Colón tiene como bandera de batalla el sufrimiento. Las frases emparentadas con el sufrir abundan en el mundo sabalero como una consigna permanente. El hincha rojinegro siempre sabe que para llegar al éxtasis hay que saber sufrir. Y seguramente se preparó para afrontar la coyuntura de esta final con el corazón y el alma preparados para soportar estoicamente los avatares de una parada harto difícil. Con los condimentos de sufrimiento propio de la idiosincrasia sabalera.
Sin embargo, del cielo bajó una estrella sin escollos. En la diafanidad de una noche despejada, sin nubes que opaquen su brillo. Como desterrando ese pasado envuelto en dificultades.
En la noche sanjuanina Colón sepultó el sufrimiento del hincha con una demostración inequívoca de seguridad, confianza, carácter, personalidad y temple. Todos aditamentos indispensables para obtener un logro de máxima. El rojinegro plasmó una actuación sobresaliente, marcando una diferencia notable en un encuentro final, donde normalmente las fuerzas se emparejan. Sin lugar a dudas demostró en sus dos últimas actuaciones, especialmente la de anoche, que es el mejor equipo del fútbol argentino en la actualidad. Eduardo Domínguez, el creador de este conjunto, le imprimió una dinámica muy particular que la articuló con una táctica y una estrategia comprendida cabalmente por el grupo de jugadores. Desde su habitual silencio y con un trabajo de artesano hizo explotar de alegría al mundo sabalero. Y logró, muy especialmente, que SU EQUIPO, el EQUIPO DE COLON, obtuviera el ansiado título sin pasar por la estación del sufrimiento. Eso creo que revaloriza mucho más esa obtención. Lo sitúa en ese pedestal de auténtico equipo que gana un encuentro definitorio porque es mejor y porque el convencimiento que es mejor está desarrollado en el espíritu de cada protagonista de la cancha.
Y esa demostración de VERDADERO EQUIPO quedó plasmada cuando debió superar adversidades propias del juego y también situaciones que pertenecen al armado del conjunto cuando futbolistas importantes no pudieron estar. Todos los reemplazantes, aún con menor envergadura en sus nombres, estuvieron a la altura de las circunstancias y cumplieron su rol como si lo hubiesen hecho los denominados titulares. Y si no, tomemos como ejemplo los dos últimos encuentros (Semifinal y Final).
El convencimiento es vital para los éxitos más importantes. En ese sentido, la convicción de los dirigentes de volver a contratar a Domínguez para recomponer a un Colón que se mostraba débil y sin fuerzas futbolísticas fue el elemento indispensable para sobrellevar esa debilidad y retornar al rojinegro a la senda del fortalecimiento. Los sueños truncos de esta dirigencia, que por años pugnó por el logro de un campeonato contratando técnicos y jugadores de jerarquía, se hicieron realidad con una consigna no tan grandilocuente pero firme y basada en la humildad y en el trabajo y con nombres que se fueron jerarquizando a partir de esas premisas.
El mensaje que leyeron los jugadores antes de la partida a San Juan tocó las fibras más íntimas de un plantel que estaba convencido de lo que realmente deseaba. NADIE MURIÓ POR PERDER UNA FINAL...PERO SEPAN QUE GANARLA, VA A HACER QUE NOSOTROS PODAMOS MORIR EN PAZ...FUERZA MUCHACHOS, rezaba ese mensaje.
Anoche Colón revitalizó su gran historia y este puñado de futbolistas logró lo que grandes de verdad quisieron y no pudieron.
Por eso cuando la estrella refulgía en el cielo rojinegro, detrás de ella aparecían los rostros de leyenda de Antonio Rivarola, de la Chiva Di Meola, del Poroto Saldaño, de Cococho Alvarez, de Italo Giménez, del Contador Salerno, del Pampa Gambier y del Gran Trapito, envueltos en la bandera rojinegra. Y aquí en la tierra mirando hacia arriba se alumbraban con el fulgor de la estrella, el Bicho Fuertes, Hugo Villaverde, Enzo Trossero, Orlando Medina, Lucas Alario, el Flaco Conti y el Loco González.
Al pueblo rojinegro salud. La primera estrella está guardada en los mejores corazones. Pueden morir en paz.
*El autor es jefe de Deporte de LT9