Podría narrarse como una hazaña del running, o como una celebración de la historia, pero es mcuho más que eso. Alejandro Scomparin corrió 250 kilómetros en seis días, en un territorio tan inhóspito como fascinante: el de las islas Malvinas. Su carrera entre el cementerio de los soldados argentinos y el de los ingleses quiso convertirse en un abrazo, que unió a los héroes de ambos bandos y a sus familias. Esa experiencia se transformó en un libro que será presentado este martes. El autor le contó a Télam su motivación a la hora de encarra el desafío deportivo y su relación con la guerra de Malvinas.
-¿Cómo surgió su fascinación por las islas?
-En 1982 tenía 11 años, fui uno de los alumnos que escribió una carta para un soldado. Unos años después, en plena adolescencia, comencé a leer e interesarme por temas de la guerra. Coleccionaba fascículos y leía libros. En 1987 le hice un reportaje para la revista del colegio al Jefe de la Fuerza de Tareas Mercedes, Coronel Piaggi. En 2014 conocí a una de las personas que admiro, no sólo por su desempeño en la guerra –fue condecorado con la Cruz al heroico valor en combate-, sino porque lo considero un ejemplo de persona de bien, que transmite valores positivos. En cierto punto, muy parecido a mi papá. Se trata del Comodoro (RE) Pablo Carballo. En 2015 nos reencontramos en la feria del libro, donde acude todos los años interrumpidamente desde hace 37 años, ya que es autor de varios libros. Fue allí cuando Dios puso en su boca las dos frases que marcarían el destino que luego se plasmaría en el libro: “¿Cuándo vas a ir a correr a Malvinas?".
-¿Contaba con entrenamiento deportivo?
-Durante 13 años me había desempeñado como árbitro de fútbol de AFA en las categorías de ascenso. Luego de mi retiro en 2005, comencé a correr maratones. Carballo lo sabía y presentía que necesitaba un propósito.
Esas palabras fueron el incentivo para que comience a planificar mi propia carrera en Malvinas. Quería llevar un mensaje contundente de unión. A la vez, recorrer los lugares que había conocido a través de la lectura, dónde se habían desarrollado los combates más emblemáticos. También, tendría que significar un esfuerzo físico superlativo, que nunca antes hubiese realizado. De esa forma, surgieron los seis recorridos en la Isla Soledad: Fitz Roy, Arroyo Malo, Monte Longdon, Puerto San Carlos, Darwin, Pradera del Ganso, y el último día unimos los cementerios argentino y británico (ida y vuelta).
-¿Eencaró solo el desafío?
-Unos meses antes de viajar, se sumaron dos amigos –José Luis Polti y Alejandro Chams-. Nos conocimos en la UTN Buenos Aires. Ambos son ingenieros mecánicos. Tuvieron a cargo la logística. Cada 5 kilómetros esperaban pacientes mi llegada para asistirme en todo lo que necesitaba. Frío, lluvia, granizo o viento, nada los amedrentaba. Hasta se animaron a correr en algunos tramos.
-¿Concibió la carrera como un homenaje?
-El desafío siempre fue pensado en el marco del respeto y homenaje a los veteranos y caídos de ambos países, porque la muerte no tiene bandera. También, pensando en los familiares de los caidos y en los habitantes de las islas. En este último punto, quiero destacar un hecho que me enriqueció. A raíz de una nota de Telam en la que mencioné que pensaba colocar rosarios como muestra de respeto en los memoriales británicos y en el cementerio argentino, varios habitantes de las islas me hicieron saber que ese hecho podría ser considerado ofensivo debido a que la mayoría de los soldados británicos profesaban la religión anglicana.
Uno de ellos, volvió a escribirme un mes antes del viaje, para solicitar que no coloque rosarios en los Memoriales de Fitz Roy, ni despleguemos banderas argentinas. Tomamos en cuenta cada una de sus indicaciones. De hecho, colocamos coronas de amapolas rojas en el Memorial del Coronel Jones y en el cementerio británico. Al regreso, establecí contacto con la iglesia anglicana de Villa Devoto, para conocer más sobre dicha religión. El resultado, hoy disfruto de un excelente grupo de nuevos amigos con quienes compartimos varias ceremonias.
-¿Cuál fue la participación de la UTN, donde usted trabaja, al proyecto?
-La noche anterior al último recorrido, el Decano de la UTN Buenos Aires, Ing. Oliveto nos contó que el Consejo Superior de la UTN había aplaudido de pie el desafío que estábamos llevando adelante. Fue una inyección anímica para todo el equipo. A nuestro regreso, cada vez que narrábamos las experiencias vividas, observábamos la emoción que provocaba en la gente. Ese hecho, sumado a una nueva frase de Carballo: “lo que no se escribe, se muere”, dieron el puntapié inicial para comenzar con el trabajo narrativo. Se sumó Federico Bianchini, escritor multipremiado internacionalmente, como editor. Trabajamos durante poco más de un año y medio para darle forma a un formato de libre diferente. Un libro multimedia, dónde cada capítulo sigue en internet. El lector puede escanear el código qr que lo transportará a Malvinas mediante fotos, videos y sonidos propios del capítulo que acaba de terminar de leer. Comienza en el papel, pero sigue en internet a través de un Smartphone o Tablet.
A partir de 2017, la UTN Buenos Aires también nos incentivó a contar nuestras historias en las aulas. El 22 de agosto se realizó el primer homenaje a Veteranos de Guerra de la Universidad. Docentes, graduados, y un estudiante fueron reconocidos después de 35 años. El evento se repitió anualmente, y en diciembre de 2018, el mismo Consejo Superior que había celebrado “Unir Malvinas”, aprobó por unanimidad celebrar cada 22 de agosto el Día del Veterano de Guerra de la UTN. A la fecha, han sido homenajeados más de 70 veteranos de guerra tecnológicos, y se estrenó el documental “El abrazo tecnológico”, que cuenta la historia de algunos de ellos, y su reinserción en la Universidad.
Fuente: Agencia Télam