Además de las pérdidas, los riesgos y la angustia colectiva, las crisis tienen –disculpas por el término- un lado bueno. Ponen en blanco sobre negro las conductas humanas, colectivas y políticas.
El masivo compromiso de los naides –los enfermeros, camioneros, médicos, policías y demás- poniendo el cuero en la primera línea de la resistencia a la peste es infinitamente superior a las vivezas de unos pocos tilingos, enfermos del virus del liberalismo individualista. Esto es así, aunque la TV –ese aparato mayoritariamente amplificador de ideología liberal- se esfuerce en ponerlo en primer plano como si fuera lo dominante del rasgo cultural argentino.
En la conducción nacional, el liderazgo decisionista de Alberto Fernández –imprescindible en las crisis- no tuvo críticas relevantes. La oposición mostró madurez política, se sumó a las iniciativas oficiales, aportó lo suyo en los distritos que conduce. Es un verdadero gusto ver a Larreta, Santilli, Kiciloff y Alberto, juntos en las recorridas de los frentes de resistencia. Igual que al ministro de salud del PRO porteño defendiendo, junto a Ginés Gónzalez García, la imperiosa necesidad de las restricciones.
Cierto es que hay también cortedad de miras, enfoques aldeanos e incapacidad política dispersos en la geografía argentina. Por caso, algunos intendentes cerrando caminos de acceso e impidiendo el funcionamiento de lo que "no se puede pasar" como es la logística de alimentos y productos esenciales (¡eso sí que es tirar el agua sucia con el chico adentro!).
Pero lo dominante de la situación es la firmeza y decisión gubernamental de privilegiar las vidas de los argentinos, sumado al claro apoyo de todo el espectro político. Y, una vez que aclare el panorama, cuando se supere el temido pico de los contagios, se verá como recuperar la economía. La situación no será peor que la que dejó el neoliberalismo en el 2001 y en el 2019 y está probado que de ello se puede salir.
Dos enseñanzas dos
En este lado bueno podemos contar también la demostración del peligro del paradigma neoliberal para la civilización humana, que con tanta claridad y enjundia señala el Papa Francisco.
En nombre del individualismo neoliberal se desvastaron las estructuras de salud, bienestar y educación pública de los Estados nacionales y se afronta ahora la pandemia con recursos escasos, sin planificación, enfrentando a enfermeros y médicos al doloroso dilema de decidir quién puede sobrevivir y quien muere. No será sencillo, es una batalla está que recién se despliega. Ahí están a pleno Trump, Bolsonaro y otros poniendo las Ganancias empresarias por encima de las vidas humanas. Aunque disfracen Ganancias empresarias con el eufemismo de Economía.
Como contracara, el lado bueno de la crisis pone en primer plano la importancia central del Estado Nacional para conducir la actividad económica y social en un sendero de equidad y autonomía creciente.
En medio del proceso globalizador que muestra hoy su peor cara, no hay mejor defensa que un fuerte aparato estatal, en íntima relación con las representaciones sociales y sectoriales para orientar las actividades públicas y privadas por un sendero que nos garantice toda la autonomía posible y recupere estándares de equidad social y afronte los nuevos desafíos de integración e igualdad de género.
Parecidos y Diferencias en nuestra Aldea
La actual gestión provincial lleva meses intentando juntar recursos y herramientas para afrontar algunas crisis preexistentes, a las que se agrega hoy la pandemia.
Y, a la inversa de lo que ocurre en el nivel nacional, donde el conjunto de los líderes políticos dio muestra de madurez, en nuestra provincia el partido de Miguel Lifschitz ha utilizado todas las argucias ilegitimas posibles para impedir que el Gobierno afronte eficazmente las crisis.
Y, hoy, en el clímax de la irresponsabilidad política, rechaza por segunda vez la media sanción de la ley de necesidad pública que el Senado votó sin ningún voto en contra.
¿Qué pasa con el partido de Lifschitz?. El nombre socialismo en el mundo resume una carga ética y de lucha obrera y popular que no merece mezclarse ni enlodarse con estas felonías.
No son conscientes de la emergencia nacional y mundial. Tanto temor tienen al uso decisionista de recursos, cuando lo que se necesita es exactamente eso frente a una crisis con escenarios diversos y poco previsibles. ¿No existe acaso el Tribunal de Cuentas como órgano de control?
En que se basa su negativa rotunda. ¿Hay algún principio democrático en peligro?. ¿Por qué llaman superpoderes a las demandas de decisiones de urgencia, siendo que mucha más discrecionalidad tuvieron durante 12 años en el manejo de recursos?.
En su Partido, Ing. Miguel Lifschitz, que alardea de sus políticas públicas de Salud, ¿Habrá alguna reserva ética que les permita reflexionar y revisar la incomprensible negativa a apoyar la defensa de la salud y la vida de los santafesinos?. ¿Habrá madurez para superar el síndrome de la abstinencia de poder y ubicarse en el rol de oposición responsable?
Se sabe que la ciudadanía espera respuestas positivas a estos interrogantes.
Francisco Santiago Sobrero
Dr. en Ciencias Sociales
Docente universitario