Según una fuente del sector, más que una reapertura como tal se trata de rehabilitar esa parte de los shopping que aún sigue cerrada, “una prueba piloto que se extenderá durante enero y febrero: de su resultado dependerá que en marzo se siga o se vuelva atrás”. En ese resultado influyen no sólo la conducta del público, es decir, si regresará o no al “cine presencial” (resulta absurdo hasta oírlo así), sino también otros factores de mercado que hoy ponen al cine, tal como se lo entendió siempre, en jaque. Aún no en jaque mate, pero casi. Entre esos factores se cuentan la evolución de la crisis sanitaria, el efecto que pueda tener la vacuna en la población, y sobre todo el mercado complementario del candy, sin el cual hace años que el negocio del cine habría dejado de funcionar. Hoy no se ignora, desgraciadamente, que la elaboración manual de pop corn es una de las prácticas menos confiables desde el punto de vista sanitario. Y, last but not least, la política que seguirán las casas matrices de las grandes cadenas exhibidoras, como Cinemark, que en los Estados Unidos están atravesando en estos días su peor crisis. Por lo que se sabe, esas empresas les han dicho a sus filiales internacionales: arréglense solas y que tengan suerte, porque ya no tenemos más dólares para girar. La segunda y peor ola del virus en aquel país y en Europa dificulta dramáticamente la situación.
La inactividad de diez meses también tiende obstáculos. Si bien algunas salas mantuvieron “en caliente” sus equipos durante la pandemia, esa no fue la conducta seguida por todas. Un proyector digital necesita estar siempre en funcionamiento. Para decirlo en términos simples, es como haber dejado el auto en el garage durante toda la cuarentena sin haber encendido el motor ni una sola vez. O más grave: porque desde otro coche se le puede dar arranque, y en el peor de los casos se cambia la batería. Un proyector digital, en cambio, tiene toda una serie de piezas que se echan a perder por fata de uso, y su cambio es mucho más oneroso que el de una batería (multiplíquese esa cifra, además, por la cantidad de proyectores que tiene un complejo). A lo cual hay que sumar, tal como hicieron las salas del teatro cuyo funcionamiento se habilitó, los sistemas de ventilación permitidos. Sí: en esos subsuelos donde suelen estar los cines.