Para terminar con este mito, observemos algunos números interesantes elaborados por el Economista Jefe del CESO, Nicolás Pertierra, y esbozados por mí a continuación:
Producto de la caída de los ingresos reales, en 2019 se registró el menor consumo per cápita de carne vacuna en toda la serie que lleva el relevamiento de la Cámara de la Industria y el Comercio de Carnes (CICCRA) con 50,8 kg/año. La pandemia y la consecuente reducción en los ingresos agravaron más este panorama, llevándolo a 48,8 kg en el año.
Por otro lado tenemos que el frente externo tuvo recientemente sus mejores años, De las 313 mil toneladas exportadas en 2017 se pasó a 903 mil en 2020, y en lo que va de 2021 la exportación creció otro 13%.
Pero para poder avanzar desde 2017 a 2020 con este extra de 590 mil toneladas exportadas más nos encontramos con dos hechos fundamentales, en primer lugar tenemos en el mismo período que la producción aumentó 324 mil toneladas, de manera que para llegar a las 903 mil toneladas se necesitaron aún 266 mil toneladas más, entonces indefectiblemente el incremento en las exportaciones se produjo gracias al aumento de la producción por una lado (+324 mil toneladas) y por el otro las restantes 266 mil toneladas se extrajeron del consumo interno.
Evidentemente, si se pudo exportar más fue también porque se consumió menos, queda de manifiesto entonces que el mito de que los frigoríficos solo exportan las vacas viejas (hembras bovinas con más de 5 años) es en parte falaz, ya que como vimos anteriormente la caída del consumo interno se trasladó hacía las ventas al exterior.
¿Qué medida adoptó el gobierno como última instancia? El cierre de las exportaciones, pero esta medida no es sostenible en el largo plazo. Las múltiples restricciones de la Argentina están a la vuelta de la esquina. Así como la restricción social es alarmante -nadie con algún sentido de justicia social puede pensar la herencia macrista como un equilibrio distributivo a partir del cual crecer-, tampoco se puede desconocer que hoy el país no está en condiciones de resignar 3.000 millones de dólares al año que ingresan por las exportaciones de carne. Recuperar el consumo de carne local un 20% para retornar a valores promedio de los últimos años dejaría todavía un saldo exportador de 500 mil toneladas (en vez de 900 mil), un monto no despreciable. Es en este equilibrio donde tiene que moverse la administración del comercio exterior.
Además, todavía faltan otras herramientas sobre la mesa para trabajar en los costos de la cadena. Entre los costos de la tierra y la alimentación (que es principalmente a base de maíz), se alcanza al 25% de los costos totales de la cadena a partir de un trabajo realizado por la Fundación Agropecuaria para el Desarrollo de la Argentina (FADA). La renta de la tierra es el principal costo, seguido por el maíz, que registró un aumento de 170% en el último año en el mercado de Rosario siguiendo a los precios internacionales. Si no hay cambios en las retenciones para diferenciar el precio local, los precios internacionales se meten de lleno en la cadena de todas las carnes, que tienen a los granos como el principal insumo.
En definitiva, el contexto amerita holgadamente la adopción de medidas excepcionales. El principal efecto del cierre de exportaciones pasa por fortalecer la posición negociadora del gobierno, que debe representar a los que no somos propietarios de campos, de vacas ni de frigoríficos. En menor medida, puede volcar una mayor oferta al mercado interno en el muy corto plazo para incidir en los precios finales, en la medida que no sea impedido por algunos actores del sector interrumpiendo la comercialización. Pero también implica un alto costo en divisas en un escenario de restricción externa muy distinto al de 15 años atrás y existen otros aspectos clave en la formación del costo que todavía falta encarar.
*El autor es economista integrante del CESO Santa Fe