El mundial de fútbol en Qatar es muy especial para Argentina porque se piensa que será el último que juegue Lionel Messi. Sin embargo, hay algo mucho más profundo que vincula al mundial de Qatar con Argentina: es el tema de la violación a los derechos humanos en un país que organiza un mundial.
La euforia alrededor de la pelota parece relegar al olvido que la Argentina fue sede de un mundial durante una dictadura militar. A esta altura de la vida ya nadie cree que el deporte no esté vinculado a los negocios y la política y que solo se trata de un juego donde 22 personas van detrás de la pelota. Desde los primeros Juegos Olímpicos modernos en París hasta hoy el “juego” estuvo vinculado a los negocios de las grandes empresas, como bien lo ha explicado el sociólogo francés Jean Marie Brohm en su libro Sociología Política del Deporte. Por otra parte, suena paradójico -para no decir ridículo- que el discurso oficial de la FIFA insista en “despolitizar” el mundial 2022 cuando Rusia fue excluida la invasión a Ucrania, a todas luces un acontecimiento político.
Argentina, país organizador de un mundial en dictadura, que luego juzgó y condenó a los militares que la encabezaron, no puede ser indiferente a las violaciones a los derechos humanos en Qatar. Si bien es cierto que se puede discutir mucho sobre el significado de la democracia y los derechos humanos hay un hecho incuestionable: el régimen qatarí es una monarquía hereditaria donde nunca hubo elecciones. Ya no se trata de cuestionar si fueron democráticas, pluripartidarias, con un partido único que maneja el sistema electoral, si el voto es transparente, si hay algún tipo sofisticado de compra de votos, o si son fraudulentas. Simplemente no hay elecciones. Al momento de elegir la sede eso no importó, como tampoco que el mundial del 78 se jugara mientras reinaba el terror.
Las condenas a Qatar por violaciones a los derechos humanos son numerosas, así como las denuncias por la muerte de más de 6 mil trabajadores extranjeros durante la construcción de los ocho estadios y las otras monumentales obras de infraestructura para sostener el evento. Esto no quiere decir que los campos de juego donde se disputan los partidos estén a metros de campos de concentración como sucedió en la Argentina en 1978. Allí, muy cerca del estadio principal, estaba la tristemente célebre Escuela de Mecánica de la Armada (ESMA) donde se torturaba y asesinaba. Vale la pena recordar que la campaña internacional realizada en 1978 con su denuncia a las violaciones a los derechos humanos en la Argentina fue fundamental para visibilizar la represión y permitió que varios medios de comunicación tomaran contacto directo con las Madres de Plaza de Mayo que denunciaban la desaparición de sus hijos e hijas.
A diferencia de lo sucedido en Argentina ya no pueden ocultar nada. Todo está a la vista. No ve quien no quiere ver. Claro que hay quienes ven y actúan. Algunas ciudades en Francia decidieron no colocar pantallas gigantes en lugares públicos en señal de protesta y la selección de Dinamarca tiene camisetas de tonalidades no habituales para manifestarse contra las diversas formas de discriminación que existen en Qatar.
Este mundial interpela de manera directa a la Argentina porque no se puede ser indiferente a la muerte y la discriminación. ¿O los qataríes son derechos y humanos?
*El autor del artículo es analista internacional y director del portal Nodal.am, donde fue publicado originalmente.