Paraguay vive hoy una profunda crisis institucional derivada de un acuerdo firmado el 24 de mayo con Brasil por la energía compartida que brinda la represa de Itaipú. El secretismo de lo pactado detonó primero la salida del canciller y luego la del embajador de Paraguay en Brasil, de dos funcionarios de primera línea vinculados al tema energético y el pedido de juicio político contra la dupla presidencial.
Todavía no queda muy claro qué sucedió, pero en Paraguay existe la firme sospecha de que los funcionarios firmaron un arreglo que beneficia a su poderoso vecino. Tras la renuncia del canciller, la primera directriz que recibió su sucesor fue solicitar a Brasil la anulación del acta bilateral en un acto muy poco frecuente de las relaciones diplomáticas.
La represa de Itaipú se construyó sobre el río Paraná, muy cerca de la Triple Frontera entre Paraguay, Brasil y Argentina y de las famosas cataratas de Iguazú. Por su potencia, es considerada la de mayor producción de energía hidroeléctrica en el mundo y siempre fue motivo de conflicto con Brasil.
Los primeros pasos para su construcción cuando había gobiernos militares en ambos países, y aunque el acuerdo de 1966 reconoció la soberanía paraguaya sobre el 50% y su derecho a exportar, la desconfianza mutua no sirvió para diseñar proyectos de integración regional. Los múltiples tratados firmados durante años entre Brasil y Paraguay siempre estuvieron rodeados de sospechas de corrupción y apenas en 2009, con los presidentes Lula de Silva en Brasil y Fernando Lugo en Paraguay, se comenzó a tener una visión integradora aunque Brasil -como gran potencia- siempre quiso imponer condiciones y evitar que Paraguay pudiera disponer libremente de la energía hidroeléctrica que no pudiera consumir, a fin de exportar tal excedente a terceros países.
El Acta Bilateral firmada en Brasilia en mayo de este año suscitó numerosas protestas porque la represa de Itaipú y la energía que genera son consideradas una cuestión de patriotismo y orgullo nacional, como lo señala incluso el comunicado de la Conferencia Episcopal del Paraguay.
El próximo año se cumplirán 150 años del fin de la guerra de la “Triple Alianza”, librada entre 1865 y 1870 que destruyó un proyecto autónomo de desarrollo industrial capitalista muchas veces señalado como el más importante fuera de Europa después del de Muhammad Alí en Egipto unos años antes. Para la población paraguaya, dicha guerra que diezmó al país de hombres no es apenas un párrafo de un libro de historia. En Paraguay las heridas no han cicatrizado, y pareciera que el Gobierno del presidente Mario Abdo les hubiera echado sal.
Por Pedro Brieger, columnista especializado de LT9 y Director del portal Nodal.am
Nota original en: cnnespanol.cnn.com