Se suele decir que establecer equivalencias y diferencias entre 2 o más personas es inconveniente ya que provoca irritación en las que resultan menos favorecidas por ese análisis. En la ciencia, por el contrario, es un método indispensable de investigación. En política podría decirse que es un mix.
Desde ya, el paralelismo entre gestiones de gobierno, como el que se hará acá, debe desplegarse en el contexto de la etapa histórica que le tocó atravesar a cada una. Para evitar, como reza otra frase popular, comparar peras con manzanas.
En ese sentido, se abordará aquí la performance de obras públicas en las administraciones de Omar Perotti, Miguel Lifschitz, Antonio Bonfatti y Hermes Binner. La elección de ese rubro es porque normalmente es eje de las campañas proselitistas, ya sea en modo reivindicativo o crítico. Incluso, en no pocas ocasiones, en tono de denuncia.
Es importante aclarar algunos aspectos. En primer lugar, se elige evaluar a la actual gestión justicialista frente a las tres del Frente Progresista por la obviedad de que se trata de signos políticos distintos, pero además porque forma parte de los debates de la presente campaña electoral. Por otro lado, el análisis se circunscribe a los primeros 20 meses de cada gobierno por una cuestión evidente: es el tiempo que recién lleva recorrido Perotti en la Casa Gris. Finalmente, el parámetro seleccionado para realizar la comparación es sólo uno de los posibles, hay varios más.
A los datos. Binner asumió en diciembre de 2007 la gobernación con superávit, plata en caja y Fondo Anticíclico. Pero en 2008 debió atravesar el severo conflicto por la resolución 125 y luego el estallido de la crisis internacional de las hipotecas subprime. No obstante, desde principios de 2009 contó con el dinero extra del Fondo Soja, destinado específicamente a infraestructura. En ese marco, firmó en los primeros 20 meses de gobierno 21 adjudicaciones de obras del Poder Ejecutivo, es decir sin contar a los entes autárquicos o empresas del Estado.
Bonfatti llegó a la gobernación en 2011 en un contexto de fuerte crecimiento económico nacional durante buena parte del año, pero con corrida y “cepo” post electoral. A nivel provincial, a diferencia de lo ocurrido 4 años antes, déficit en las cuentas públicas. Adjudicó 17 obras en el tramo inicial de su gestión.
Lifschitz aterrizó en la Casa Gris en diciembre de 2015 con finanzas provinciales en una situación relativamente delicada, pero contó con dos circunstancias decisivamente favorables: el fallo de la Corte Suprema de la Nación por los fondos de la precoparticipación que iban a Anses y la reapertura del mercado externo tras el acuerdo con los Fondos Buitre, que le permitió en 2016 acceder a un endeudamiento de 500 millones de dólares para infraestructura aprobado por la Legislatura. Rubricó 118 decretos de adjudicación de obras en los primeros 20 meses.
Perotti ingresó en la gobernación a fines de 2019. La economía nacional estaba en estado de virtual default y arrastraba dos años de caída. Además, la deuda heredada de la gestión provincial anterior con empresas contratistas de obra pública era voluminosa, según la visión oficial, y obligó a una renegociación total de los pagos. El Fondo Soja ya había dejado de existir. A los pocos meses llegó la pandemia y, con ella, la actividad de la construcción quedó totalmente paralizada al principio y luego restringida durante todo su año inicial. En el tramo comparado suscribió 44 adjudicaciones.
En síntesis, Perotti adjudicó más obras que Binner y Bonfatti juntos, mientras que Lifschitz llegó a una cifra que supera a la de los tres gobiernos anteriores acumulados. El lector opinará qué contexto de cada una de las gestiones fue el más benigno y cuál el más dificultoso.
Hay dentro de esos números globales algunos datos que conviene señalar. Hubo durante los 12 años del Frente Progresista algunas constructoras, varias del sur provincial, que ganaron un cantidad sobresaliente de licitaciones. Por ejemplo, en el gobierno completo de Lifschitz, Edeca conquistó 16 adjudicaciones, Pecam 11, Mundo Construcciones 7 y Coemyc 3. En lo que va de la gestión de Perotti, todas ellas atraparon sólo 1 cada una.
¿Cuál es la razón de semejante diferencia? El 16 de agosto pasado, en su habitual columna Run Run del portal periodístico Rosario 3, Mariano Galíndez escribió: “Quienes siguen de cerca las marcha de las licitaciones provinciales vienen observando que los precios de las ofertas de las constructoras están mucho más en línea con los presupuestos oficiales de las obras que salen a licitarse contra lo que ocurría durante las administraciones socialistas. La brecha entre la mejor oferta y el presupuesto llegó a ser tan amplia en el pasado que el ex gobernador Miguel Lifschtiz hasta coqueteó con la idea de salir a buscar constructoras de otras provincias, un gesto que para la oposición justicialista fue ´pour la galery´. Esa brecha no tenía un resultado neutro para las finanzas de la constructora ganadora. Todo lo contrario: era muy bienvenida ya que operaba como una suerte de financiamiento oficial para la constructora ganadora, siempre y cuando el gobierno no demorara los pagos. Que esa brecha hoy sea muy fina, precisamente, alteró las cuentas de algunas usuales contratistas de obra pública provinciales, y ese cambio no pasa desapercibido en los bancos que las financian. ¿Por qué el cambio? No aparece una explicación definitiva, pero en la Casa Gris hay satisfacción como ceños fruncidos entre algunos empresarios”.
Quizás en ese párrafo se pueda encontrar una pista.