No ocurrió nada demasiado imprevisible en las elecciones nacionales del domingo pasado. En un contexto de caída a escala país del Frente de Todos, era improbable que se le escapara el triunfo a la dupla Losada-Barletta en Santa Fe. Tal vez en el gobierno provincial se ilusionaban con un recorte mayor de distancia, pero en ningún caso se visualizaba la chance de una victoria, tal como se escribió en esta columna la semana anterior.
Juntos por el Cambio tiene amplios motivos para celebrar. En particular el radicalismo, cuyos candidatos encabezaron la oferta electoral de la coalición y obtuvieron un triunfo rotundo. Ya trabaja para ampliar la integración aliancista con miras a 2023 (la foto de Pablo Javkin con Dionisio Scarpín es sintomática) y se esperanza con colocar a alguien propio en la Casa Gris.
En esa dirección se pueden leer las declaraciones de Maximiliano Pullaro en la noche misma de la elección, cuando aseguró que “perdió Perotti y su forma de gobernar”. Ubicar la paternidad de la derrota justicialista en cabeza del mandatario es una búsqueda de provincializar los resultados, más allá de la disputa nacional. Y de paso, limar a quien el ex ministro de Seguridad ve como eventual competidor suyo en la categoría de diputados provinciales.
El gobernador puede sacarse parcialmente ese sayo. Si bien la campaña del PJ para la elección general se desnacionalizó en Santa Fe y su eje fueron los logros de la gestión provincial, el malestar social con la gestión de Alberto Fernández es un hecho en toda la Argentina. Más aún, puede señalar lo que ocurrió en la vecina provincia de Entre Ríos, que también está administrada por un peronista del Frente de Todos, en la que el oficialismo perdió por más de 20 puntos.
Pero además, el FdT ganó con cierta claridad la elección de senadores y diputados nacionales en Rosario y zona, territorio de Marcelo Lewandowski, uno de los pocos grandes aglomerados urbanos en donde se impuso el peronismo. Y además, la lista de concejales en esa ciudad dio pelea voto a voto hasta el final.
Anotación al margen: en esa misma urbe, hace un puñado de días, Perotti y Javkin atravesaron un incómodo momento con insultos, tironeos y golpes durante una marcha contra la inseguridad tras el asesinato en un robo del joven arquitecto Joaquín Pérez. Ese clima de hostilidad no se verificó en las urnas, más allá de que el reclamo por seguridad encabeza las preocupaciones rosarinas.
Puede decirse, en síntesis, que el peronismo santafesino salió magullado y lleno de raspones de la contienda, pero no quedó knock out. Tiene tiempo para recuperarse hasta el round definitivo, dentro de dos años.