El Brigadier General Don Estanislao López es sin dudas es el máximo prócer santafesino, entendiendo este concepto como el ícono del héroe local cuya imagen es reproducida casi al infinito en espacios públicos, escuelas y despachos gubernamentales. No es para menos: aquel caudillo fue, en buena medida, el constructor de la provincia de Santa Fe.
Claro que la historia que absorbemos en la niñez esquiva las complejidades propias de los procesos políticos, más aún la de aquellos años de sangre. Tiene su razón de ser: la constitución de las identidades colectivas exige la exaltación de figuras heroicas e impolutas.
Pero la realidad, por cierto, no es lineal. Hay un estrecho período de tiempo en la vida del Brigadier que lo revela brutalmente. En 1819 López le declara la guerra al directorio porteño junto al caudillo entrerriano Francisco Ramírez, ambos como integrantes de la Liga de Pueblos Libres comandada por José Gervasio Artigas. El dúo derrota al centralismo en la Batalla de Cepeda, a principios de 1820, y a los pocos días firma con Buenos Aires el Tratado de Pilar, en el cual quedan incluidas las reivindicaciones de Santa Fe y Entre Ríos pero no contempla los deseos del Protector oriental.
Esa decisión desata el enfrentamiento entre Ramírez y Artigas, mientras en paralelo López suscribe con Buenos Aires, a fines de 1820, el Tratado de Benegas, que excluye las pretensiones de Entre Ríos. El círculo se cierra en 1821, con la confrontación entre el caudillo entrerriano y las fuerzas santafesinas en las Lomas de Coronda, que deriva en la muerte de Pancho, cuya cabeza ornamentó durante un buen tiempo el Cabildo de Santa Fe.
Esta secuencia de alianzas y traiciones, que puede revisarse con mayor belleza y precisión en los capítulos 2 y 3 de extraordinaria producción audiovisual de ATE “Historia de Santa Fe”, se explica por un aspecto crucial: no hay buenos ni malos, hay intereses. Seguramente en la mirada del Brigadier López, esas acciones, en apariencia contradictorias, conformaban un todo coherente alrededor de un único eje: la defensa de los intereses santafesinos. Y los propios, desde ya.
Salvando la gigantesca distancia en trascendencia histórica y litros de sangre vertidos, el reclamo de la provincia de Santa Fe a la Nación por la detracción de fondos coparticipables para financiar a la Anses guarda la misma lógica. Jorge Obeid resolvió no firmar el pacto que comprometía al Estado santafesino a ceder esos recursos, Hermes Binner decidió iniciar acciones judiciales por ese mismo tema, Antonio Bonfatti sostuvo el juicio hasta que al cierre de su gestión llegó el fallo favorable de la Corte, Miguel Lifschitz intentó vanamente cobrar la acreencia y Omar Perotti finalmente logró un acuerdo para la cancelación de la deuda, según lo anunciado recientemente por el presidente Alberto Fernández.
Podrá decirse, no sin razón, que López y Ramírez cometieron un acto de mezquindad extrema con Artigas que impidió la consolidación de un proyecto de país poderoso, justo y emancipado. Es posible señalar, en la misma línea, que nuestros contemporáneos gobernadores contribuyeron a dañar a un sistema previsional solidario y equilibrado, cuyas consecuencias pagan hoy en sus desgreñados haberes miles de jubilados y pensionados santafesinos. Son valoraciones razonables, pero sujetas a la subjetividad política. Lo concreto es que la defensa de los intereses más inmediatos suele marcar el curso de la historia.
A esta altura del texto, el lector se preguntará de qué extraña manera se vincularía todo lo anteriormente descripto con la extravagante polémica del avión venezolano-iraní. Es sencillo: en la necesidad de defender las convenciencias propias. Más allá de las groseras operaciones de propaganda, más propias de películas de Hollywood durante la Guerra Fría, el eje de las acciones del gobierno nacional deben centrarse en lo más adecuado para el país. Para nuestro país, la Argentina. No para Estados Unidos o Israel. O para Irán o Venezuela. O para quién sea. En éste y en todos los casos.
Porque, aunque sea reiterativo y parezca una obviedad, en demasiadas ocasiones no lo es: no hay buenos ni malos, hay intereses.
*El autor del artículo es periodista y se desempeña como columnista en diferentes medios.