Es de noche, llueve y sopla un viento frío. Como todos los jueves, Mónica De Russis recorre las calles de Almagro en la ciudad de Buenos Aires, repartiendo frazadas y platos de comida caliente. En una de las veredas duermen casi 30 personas: grandes, jóvenes y hasta niños, que intentan taparse con cualquier material, desde cartones hasta bolsas de plástico.
En una de las tantas recorridas nocturnas junto a la organización social Amigos en el Camino, Mónica, de 53 años, conoció a Marcelo Almirón. Junto a otros 20 voluntarios, recorrían la zona entre Almagro y San Nicolás, cuando en una esquina se encontraron con Marcelito, como ella lo llama. "A partir de ahí lo empezamos a visitar cada jueves a la noche, y él siempre nos esperaba con una sonrisa, a pesar de sus pocas palabras", cuenta. Al equipo no le costó darse cuenta que el hombre de 45 años tenía un retraso emocional y madurativo, y era analfabeto; en parte, a raíz de esto, su poca expresión verbal. "Le llevábamos frazadas y platos de comida, pero él siempre nos pedía lo justo: si le queríamos dar dos, decía que con una le alcanzaba y que el otro se lo diéramos a otra persona", relata Mónica.
Actualmente, casi dos años después de conocerlo, Marcelo no solo va a la escuela y pudo salir de la calle, sino que forma parte del equipo de voluntarios de la organización. Vive en un hotel, gracias a un subsidio habitacional y, fundamentalmente, a su resiliencia, que lo llevó a ganar su propio dinero limpiando vidrios de autos y locales. "Cuando lo conocimos él ya ganaba un poco de plata haciendo esto y, tiempo después, pudo comprarse una bicicleta que guardaba en el garaje para que no se la robaran, mientras él dormía en la calle", expresa la voluntaria.
Mónica recuerda el momento en que, después de mucho buscar, encontraron una habitación para Marcelo. "No lo podía creer, entró al cuarto y me preguntó: '¿Ésta es mi casa?' y empezó a llorar", cuenta, también emocionada. Las personas en situación de calle tienen la posibilidad de ir a un parador nocturno o recibir un subsidio para alquilar una habitación de hotel. A pesar de esto, muchos eligen seguir en la calle, sea por problemas de robo y situaciones de violencia en los paradores o porque el subsidio estatal no les alcanza para pagar un lugar donde vivir. "Cuando cobró el subsidio, nosotros lo ayudamos a buscar hotel y le encontramos uno por el barrio de Abasto. Apenas consiguió habitación, empezó a salir como voluntario con el equipo", agrega.
Para Mónica, lo más importante es generar un vínculo con las personas que visitan en las recorridas; conocerlos e intentar ayudarlos en la medida que necesiten, sin juzgarlos: "Yo no puedo dormir tranquila sabiendo que en una esquina hay alguien que está solo, tiene hambre y que le duele el alma y el cuerpo".
Hoy, Amigos en el Camino busca donaciones de frazadas a través de una campaña en su página de Facebook. Muchas de las frazadas las dona la organización sin fines de lucro 1 Minuto de Vos, que se dedica a organizar actividades colectivas, entre ellas, los "tejetones", eventos en los que la gente teje cuadraditos de 20x20 para formar frazadas que luego serán entregadas a personas en situación de calle.
La importancia de la entrega de la frazada o el plato caliente va más allá del abrigo físico: cada miembro de la organización busca motivar en las personas más vulnerables la energía y el poder de cambio interno. "Muchas veces solo esperan que alguien le tienda una mano. El haber podido estar en el momento oportuno y haber dicho las palabras correctas que pudieron ayudar a una persona te da fuerzas para seguir todos los días", concluye Mónica.
Fuente: La Nación / Victoria Mortimer.