Los atentados del último jueves en Kabul confirman que Afganistán vuelve a convertirse en caldo de cultivo para un extremismo peor inclusive que el Talibán.
Mientras en un operativo contrarreloj las potencias occidentales se apresuraban a evacuar a sus ciudadanos y ciudadanas en el país ante la amenaza del recrudecimiento de la violencia extremista, se produjeron los atentados que terminaron con la vida de más de 90 personas e hirieron a más de 150.
La autoría del hecho fue reclamada por una filial de Estado Islámico (ISIS por su sigla en inglés), denominada “Estado Islámico del Gran Jorasán”, surgida en 2015 y que es enemigo jurado tanto del Talibán como de Al Qaeda.
De terror
Desde el regreso del Talibán al poder en Afganistán hace pocos días, la comunidad internacional volvió a preocuparse por la proliferación de grupos extremistas en el país, pero especialmente por dos de los 10 que se encuentran operativos: Estado Islámico y Al Qaeda. Ambos se encuentran debilitados debido al combate con los Estados Unidos, pero buscan reforzarse tras el colapso del gobierno afgano y la retirada de tropas occidentales.
Entre 1996 y 2001, bajo dominio Talibán, Al Qaeda floreció en Afganistán y orquestó ataques por el mundo, siendo los más famosos los ocurridos en los Estados Unidos y que acabaron con el World Trade Center. La preocupación actual es que Al Qaeda recupere poder a la sombra del gobierno del Talibán, su antiguo aliado. Datos de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) señalan que Al Qaeda está presente en -al menos- 15 provincias afganas, fundamentalmente en las regiones del este, sur y sudeste del país. Se estima que actualmente tienen entre 400 y 600 combatientes operativos, aunque se espera que esa cifra crezca bajo el dominio Talibán.
Por su parte, el Estado Islámico quiere volver a hacerse fuerte tras su derrota en Siria e Irak y la caída de su autodenominado “califato”. Esta organización es enemiga tanto de Occidente como del Talibán y Al Qaeda. Se trata de organizaciones competidoras, aunque sostengan ideologías similares. El Estado Islámico del Gran Jorasán es el más extremo y violento de todos los grupos militantes yihadistas que operan en Afganistán. Para este grupo, el Talibán es un grupo traidor porque se involucró en negociaciones de paz con los estadounidenses.
Un informe de la ONU señala que el grupo intenta “mantener su relevancia, reconstruir sus rangos, reclutar y entrenar seguidores, potencialmente desertores talibanes que rechazaron el proceso de paz". Se estima que actualmente el Estado Islámico del Gran Jorasán tiene entre mil quinientos y dos mil doscientos combatientes distribuidos en varias células, con mayor presencia en las provincias de Kunar y Nangarhar, sobre la frontera con Pakistán.
El grupo recluta tanto a yihadistas afganos como paquistaníes, especialmente miembros desertores de los talibanes afganos que no ven su propia organización como "suficientemente radical". Se les atribuyen algunas de las peores atrocidades que han tenido lugar en Afganistán en los últimos años, tales como ataques dirigidos a escuelas de niñas, hospitales e incluso una sala de maternidad donde asesinaron a tiros a mujeres embarazadas y enfermeras.
El acuerdo de la discordia
El 29 de febrero de 2020, el gobierno del entonces presidente estadounidense Donald Trump, firmó un acuerdo con el Talibán en Doha, Qatar. Allí se estableció un calendario para el retiro de tropas tras casi 20 años de conflicto.
A cambio, el gobierno de Trump lograría frenar la sangría de recursos en Afganistán y obtuvo el compromiso de que el Talibán no permitiría que ninguno de sus miembros, ni otras personas o grupos -Al Qaeda incluido-, usarían el territorio afgano para amenazar la seguridad de los Estados Unidos o de sus aliados.
Informes de la ONU aseguran que el Talibán y Al Qaeda continúan alineados. Más aún, el vínculo se habría profundizado como consecuencia de matrimonios y vínculos tribales. Algunos analistas sostienen que el Talibán y Al Qaeda mantendrán una postura de distancia y discreción, por lo menos hasta que el primero consiga su objetivo de controlar el país. El Talibán lo niega y afirma que respeta los puntos acordados en Doha y no tiene vínculos con esa organización.
Aún en el caso de que el Talibán mostrara un rostro más confiable y respetara el acuerdo, eso no significa que no puedan convertirse en una fuente de desestabilización en el centro de Asia, con la subsiguiente preocupación de que pudiera producir tensiones entre India y Pakistán, ambas potencias nucleares.
Algunos analistas -sin duda más optimistas- sostienen que la sociedad entre el Talibán y Al Qaeda podría conducir a una la lucha contra su enemigo común: el Estado Islámico.
Extremistas en pugna
Al Qaeda emergió de las redes de yihadistas que lucharon en Afganistán contra la invasión soviética en la década de los años ‘80. Su objetivo final es establecer un califato. Su estrategia consiste en lanzar ataques de alto impacto contra Occidente, como los de 2001.
El Estado Islámico surgió de algunos de los remanentes de Al Qaeda en Irak, pero rompieron relaciones en 2014. También realizó ataques contra Occidente y brutales atentados sectarios en Oriente Medio y Asia. Pero a diferencia de Al Qaeda, ISIS busca activamente la expansión territorial. Ambas organizaciones pugnan por el dominio del movimiento yihadista global. Buscan demostrar cuál tiene más poder y, en ese espacio, detenta más poder el más violento.
Lo que pueda suceder como consecuencia de esa pugna en el mediano y largo plazo es difícil de prever. Sin embargo, está claro que el desafío global por la seguridad ya comenzó con los atentados perpetrados en Kabul.
Al menos por el momento y con la intención de formar un gobierno duradero, el Talibán esconderá por ahora sus vínculos con Al Qaeda. Es probable que, extraoficialmente, aliente a ese grupo con la finalidad de combatir al Estado Islámico. Y es precisamente en esa ecuación en la que las potencias globales muy probablemente opten por “dejar actuar” al Talibán.
Tras los fracasos de los imperios británico, soviético y estadounidense por dominar Afganistán y crear allí un Estado que aporte orden en el centro de Asia, no debe descartarse que Rusia, China, India y los Estados Unidos coincidan en permitir que esa tarea la lleve adelante el Talibán. Claro que eso sería a costa del sacrificio de la vida y la libertad de todo un pueblo, pero principalmente de mujeres y niñas.