En estos últimos tiempos, “ríos de tinta” se han volcado a analizar las variables económicas del País. Por cierto, todas preocupantes.

En ese contexto, nuestro aporte se focaliza en la economía local, fundamentalmente en la actividad del comercio, reconociéndola como una de las más dinámicas de la ciudad de Santa Fe y su Área Metropolitana.

En tal sentido, realizamos mensualmente encuestas muestrales a comercios locales, procurando abarcar distintas zonas geográficas de centros comerciales urbanos, y distintos rubros que integran la actividad.

Es así como las cifras recogidas no hacen más que agregar incertidumbre y preocupación, por cuanto llevamos registrados diez meses consecutivos de caídas interanuales, en algunos casos, de considerable magnitud porcentual. Estos relevamientos locales, coinciden con los datos nacionales aportados por CAME (Confederación Argentina de la Mediana Empresa) que dan cuenta de caídas importantes de ventas en todo el comercio pyme del País.

Más allá del tecnicismo utilizado en las encuestas llevadas a cabo, éstas exponen la realidad palpable que cualquier santafesino advierte en su contacto diario con los comerciantes, y no es más que el fiel reflejo de la baja pronunciada del consumo, como variable de la macroeconomía actual.

Ahora bien, en cuanto a la microeconomía o a la ecuación individual de cada comercio, esa caída estrepitosa de sus ventas se complementa con incrementos de costos (alquileres, impuestos y servicios, fundamentalmente) que tornan muy difícil la supervivencia de esas unidades de negocios, más aún cuando se trata generalmente de pequeñas empresas familiares, demandantes de acotada empleabilidad local.

Tomando en cuenta que en el transcurso del año 2018 se ha producido una devaluación rondando el 100%, fácil es advertir que la misma (aún) no se ha trasladado íntegramente a precios.  No obstante, los últimos  índices de incrementos de precios mayoristas, estarían presagiando mayores incrementos futuros de precios al consumidor, aunque con la caída de las ventas mencionadas, el mercado no estaría en condiciones de avalar nuevos incrementos, lo que traería aparejado nuevas y más profundas recesiones. Probablemente haya una disminución forzada de los índices de inflación, pero con el altísimo costo de acentuar la recesión.

En ese contexto, el empresariado del comercio local sale a enfrentar la situación con las armas que tiene a disposición, reiterando que el consumo es una variable de la macroeconomía en su conjunto, que difícilmente pueda cambiarse por arte de magia. Hace esfuerzos de todo tipo: recorta gastos, renegocia alquileres, realiza promociones, ofertas y descuentos, permitiendo que, gracias a ello, la caída de ventas no sea aún mayor. 

Además, ante este escenario de incertidumbre económica general, el consumidor se volvió más cauteloso, retrae sus gastos, bajó considerablemente el valor del ticket promedio de sus compras, y se empiezan a observar problemas de márgenes disponibles de tarjetas de crédito. Los Bancos también dan cuenta de problemas de morosidad en ese aspecto.

Sabiendo que la economía cuenta también entre sus componentes con una importante dosis de expectativas de sus actores, permanentemente monitoreamos este tema. Y así vemos que el comerciante es optimista por naturaleza, ya que debe enfrentar diariamente la realidad. Pero hemos notado que ese optimismo o expectativas favorables de recuperación, van disminuyendo paulatinamente. Ahora nos encontramos ante la proximidad de las fiestas de fin de año, lo que representa tal vez el mejor mes para el comercio en general. Y los empresarios apuestan a él.  Esperemos que no se sientan defraudados por la realidad.

*Director del Departamento Investigaciones Económicas y Sociales - Centro Comercial de Santa Fe