El resultado de la elección de Neuquén es difícil encasillar en un escenario de nacionalización. Por supuesto la lectura de una disputa de fondo entre Mauricio Macri y Cristina Fernández de Kirchner estuvo presente y en aumento a medida que avanzó la campaña, pero la presencia de un partido provincial como el MPN que tiene características territoriales propias abre la puerta a lecturas un poco más complejas.
Se puede decir que ni perdió Cristina ni ganó Macri. Se impuso el Movimiento Popular Neuquino (MPN) que es una fuerza política arrolladora, que hasta aquí ha sido imbatible cuando se pone en discusión el control de Neuquén. El gobernador reelecto, Omar Gutiérrez, es un aliado del macrismo, pero pertenece a un partido que negocia con todos los poderes, pero tiene arraigo popular y una tradición de gestión que lleva más de 50 años.
En el trazo grueso, el MPN logró un holgado triunfo, pero el partido viene perdiendo votos propios desde 1999. Si no llevara colectoras para dividir al electorado, pondría seriamente en riesgo su supremacía. En los últimos 19 años, el peso electoral propio del partido provincial cayó 20 puntos, es decir que su esqueleto se achicó y necesita recurrir cada vez más a estos “anabólicos” de la política para sostenerse.
Las colectoras forman parte de una ingeniería electoral sofisticada que se puso en marcha en 2003 y que poco tiene que ver con el enriquecimiento de ideas. Son acuerdos políticos transitorios que van debilitando al MPN en la Legislatura aunque le triunfos para continuar gobernando.
Este domingo, el MPN le ganó al kirchnerismo, pero ambas fuerzas tendrán nueve bancas cada una. Eso se explica porque ambos salieron casi empatados si se miden sólo los votos que obtuvieron un partido y otro.
Las colectoras le sumaron este domingo al MPN el 16% de los votos y se financiaron con fondos que llegan desde el oficialismo. Se crean partidos nuevos y candidatos con escasa o nula actividad anterior. El partido provincial también se benefició por una fuga de votos de la alianza que llevó al candidato del macrismo, el intendente de Neuquén, Horacio Quiroga (las encuestas lo daban tercero cómodo), para evitar el acercamiento del candidato del kirchnerismo, Ramón Rioseco, que quedó en segundo lugar.
Neuquén es una provincia en la que la crisis se ve, pero más atenuada. El petróleo mueve buena parte de la economía y el componente ajuste no ha sido influyente. El MPN administra una provincia con espalda financiera ancha. Por ejemplo, el gobierno arregló en enero con los gremios estatales una pauta para todo el año, con un reconocimiento trimestral de la inflación, además del pago de un bono de 5.000 pesos. Petróleo y Estado hacen funcionar la economía y reduce el impacto la crisis.
El MPN cumplirá en junio próximo 58 años y no ha dejado de ganar elecciones provinciales. Es un partido que se desprendió del peronismo en tiempos de proscripción de esa fuerza política, pero que construyó su propio perfil a nivel local y desarrolló un estilo muy pragmático de relacionarse con los gobiernos nacionales de turno.
La vigencia de este partido político provincial se explica en sus raíces históricas, en la confianza que mayoritariamente el electorado deposita como administrador del Estado y en sus virtudes para desarmar a la oposición. De todos modos, los sucesivos triunfos no serían posibles sin un componente conservador de la sociedad de neuquina que valida cada cuatro años el poder del MPN.
*El autor es periodista neuquino.