1.
Domingo 26 de abril de 2020. 9.58 de la mañana. Domingo de cuarentena en Santa Fe, Argentina. Silencio total. La computadora prendida, algunos diarios digitales abiertos. Domingo de pantuflas y mate.
Suena el teléfono. “Alguna mala noticia”, pensé. Número desconocido.
- “Hola, Juan Bertone?”.
- “Sí, quién habla?”
- “El Papa Francisco.”
No me temblaron las piernas, no me asusté incrédulo. Reconocí su voz recién luego que dijo su nombre. “La gestión de Aldo dio resultado”, pensé.
Me sentí inmensamente feliz.
2.
LT9 iba a transmitir la misa de Guadalupe por la tarde. Una fiesta de la Virgen en cuarentena, sin peregrinos. Días antes le había enviado a mi amigo Aldo Duzdevich el pedido que le cuente de alguna manera a Francisco sobre nuestra iniciativa. “Por ahí puede mandarnos algún mensaje”, le plantee por Whatsapp. Más que un pedido, una audacia. “Le escribo un mail” me respondió..
Duzdevich publicó hace 1 año “Salvados por Francisco”, libro que recoge 25 testimonios de militantes políticos que se salvaron de la prisión o de la muerte de los militares genocidas. Una investigación valiente e imprescindible, para desmentir la campaña de desprestigio contra Jorge Bergoglio.
“Cómo es el trato de Francisco en persona?” le pregunté a Aldo alguna vez: “es el trato de un amigo” no dudó en contestarme.
3.
- “Estás dormido o despierto?” me preguntó Francisco.
- “Estoy despierto, Padre. Además en esta cuarentena los horarios están desdibujados”, le respondí.
- "Te preguntaba si estabas despierto, por la diferencia horaria" me dijo.
Estaba hablando con un amigo.
La charla continuó con su mensaje para los fieles santafesinos:
- “Estoy viviendo la Fiesta de Guadalupe junto a ellos. Tengo una imagen de la Virgencita acá conmigo” me contó.
- “Padre: yo no estoy en la radio, no estoy grabando esta conversación”, le dije, preocupado por la responsabilidad que ya preveía iba a recaer en mí.
- “Vos decí la verdad: que te llamó el Papa Francisco. Contá esto”.
4.
Un pasaje del Evangelio, relata que Jesús vio a un Publicano -judíos que recaudaban impuestos para Roma, arquetipo del pecador de la época- y “lo miró con misericordia y lo eligió”. Ese publicano se convertiría en Mateo, uno de sus apóstoles.
“Miserando atque eligendo" es el lema que Francisco eligió para su pontificado.
5.
Inevitablemente, la comunicación telefónica se acercaba al final.
- “Padre, yo rezo por Usted”.
- “A favor o en contra?” me replicó.
- “A favor!. Además, Dios no escucha los rezos en contra”.
- “Ah, pero mirá que buena Teología. Nunca la había escuchado”.
Estaba intercambiando bromas con el Papa. Me lo permitía su cercanía. La calidez del pastor con olor a ovejas, tal como él les pidió a los sacerdotes en su primera misa de jueves santo en el Vaticano
“Esto os pido: sed pastores con «olor a oveja», que eso se note”, les dijo en el 2013.
6.
La llamada de Francisco llegaba a su fin. “Dale saludos a Sergio cuando lo veas”, me pidió. Se refería a Sergio Fenoy, el Arzobispo de Santa Fe.
Contento, lo llamé a Aldo, a mi mamá y a Fenoy, para contarles.
Entré luego a la web de LT9 a cumplir su pedido: “vos decí la verdad” me había dicho. Cuando me dispongo a escribir la noticia, veo que todavía estaba publicada su “Carta a los Movimientos sociales” con motivo de la pandemia, en la que Francisco afirma:
“Espero que este momento de peligro nos saque del piloto automático, sacuda nuestras conciencias dormidas y permita una conversión humanista y ecológica que termine con la idolatría del dinero y ponga la dignidad y la vida en el centro”.
7.
El Domingo 26 de abril, a las 9.58hs. En medio de un mundo sacudido por un virus que mata, el Papa Francisco tomó su teléfono, discó mi número, me habló con calidez, cercanía, con misericordia y pude a miles de kilómetros de distancia sentir su "olor a oveja".
Durante 5 minutos, el Papa que pide un mundo más justo y humano; que conduce la Iglesia hacia los márgenes del mundo, hacia los pobres, los descartados; que quiere un catolicismo que no condene, sino que acoja; dejó la grandeza y se concentró en lo pequeño, en llamarme a mí, a mi teléfono.
“Seguí rezando por mí” me pidió y me mandó un abrazo.