— Mariano Yakimavicius
China representa una amenaza para las potencias occidentales en distintos planos. Disputa poder político, económico, ideológico, militar y cultural. Pero en los últimos tiempos, su gobierno parece haber adoptado una posición que se aleja de la mesura tradicional y se ha tornado más arrogante y agresiva. Recientemente el gobierno chino ha calificado a los Estados Unidos como un país “racista”, sancionó a políticos europeos, y mantiene asolada a Hong Kong, además de haber boicoteado a distintas empresas occidentales.
Esta actitud, que para el régimen chino no es más que “defensiva” frente a lo que considera ataques occidentales, ha dado origen a una primera respuesta, en este caso, procedente del mundo anglosajón.
Anglosajonia
El Reino Unido y dos países con clara e indudable influencia histórica y cultural británica como son Australia y los Estados Unidos, anunciaron un nuevo acuerdo entre los tres países para compartir tecnología militar. Lo hicieron mediante una reunión virtual el primer ministro británico, Boris Johnson, el australiano, Scott Morrison, y el presidente estadounidense Joe Biden.
Aunque no lo reconocen explícitamente, esta nueva alianza tiene como objetivo contrarrestar la influencia y amenaza de China. El pacto lleva por nombre el acrónimo en inglés AUUKUS -Australia, United Kingdom, United States- y su primera iniciativa es proveer a Australia con una flota de submarinos propulsados por reactores nucleares, tal como ya anunció el primer ministro de ese país, Scott Morrison. Este hecho es el hito fundacional y el punto de partida de un período de negociaciones entre los tres socios que se extenderán durante los próximos 18 meses con el objetivo de fijar una agenda común.
Pero hay más. Tras un vídeo promocional del acuerdo que lo presenta como la unión de tres democracias marítimas separadas por el océano y guiadas por los ideales de "la libertad, la paz y el bien del mundo", Morrison alertó que el futuro de la región del indo-pacífico “afectará a todos". El australiano puso el acento en un área que es terreno de disputa con China.
Boris Johnson subrayó que "sólo unos pocos países tienen submarinos nucleares", al tiempo que afirmó que esa es una manera de hacer del mundo "un lugar más seguro". Está claro que esos submarinos estarán en manos de un socio y excolonia, con una idiosincrasia similar y que supone un negocio muy redituable tanto para el Reino Unido como para los Estados Unidos, dado que, para acceder a la flota de submarinos provista por esos países, Australia renunciará a un contrato multimillonario con Francia mediante el cual adquiriría 12 submarinos que no iban a estar disponibles hasta 2030.
De los tres socios, Australia es el más próximo a China y acumula varios años de ficciones diplomáticas y económicas con ese país. Con la alianza se beneficiará del paraguas que le ofrece sus socios en materias tales como inteligencia artificial, cibernética, sistemas submarinos y capacidad de ataque de largo alcance. Ministros de alto rango del gobierno australiano se han apresurado a volver a Camberra para formar parte de las reuniones previas al anuncio de la alianza. El primer ministro Morrison también tiene previsto un viaje en breve a Washington para reunirse con Biden.
El presidente estadounidense expresó que esta es solamente una reedición de una vieja alianza. Los tres países signatarios del acuerdo ya forman parte de una alianza de inteligencia conocida como “Five Eyes” (cinco ojos) junto a Canadá y Nueva Zelanda, países también anglosajones. La cooperación en materia de inteligencia entre los Estados Unidos y el Reino Unido data de la Segunda Guerra Mundial y sus postrimerías cuando, tras derrotar a la Alemania nazi, firmaron el tratado “UKUSA” previendo el bipolarismo con el bloque comunista bajo conducción de la Unión Soviética. Sólo que ahora el rival es China, y este es nada más que el último movimiento de la administración Biden para frenar lo que considera una creciente amenaza del gigante asiático.
El Reino Unido por su parte, se propone enfrentar conflictos futuros con menos soldados y más armas nucleares. En marzo de este año el ejecutivo británico decidió incrementar su arsenal, elevando en más de un 40 por ciento el tope de ojivas del programa Trident, que pasará de un máximo de las 180 actuales a 260.
La visión estratégica imperial británica posterior al Brexit se traduce en lo que Boris Johnson denominó "el viraje indo-pacífico", una proyección hacia la región considerada “el motor económico del mundo”, donde vive la mitad de la población y se genera el 40 por ciento del Producto Bruto Interno (PBI) global. Un dato relevante es que por lo menos 1,7 millones de ciudadanos británicos viven en esa zona. Como si eso fuera poco, Hong Kong es una excolonia británica.
Esta alianza estratégica anglosajona podría ampliarse en breve con Canadá. Hace poco tiempo, una figura diplomática menor, el cónsul chino en Río de Janeiro, Li Yang, atacó al primer ministro canadiense Justin Trudeau en Twitter: “...tu mayor logro es haber arruinado las relaciones amistosas entre China y Canadá y haber convertido Canadá en un perro faldero de Estados Unidos. ¡Qué derroche!”. Cuando los diplomáticos se expresan de ese modo, tienden a empujar a posibles socios a los brazos del adversario.
China
El gigante asiático es el mayor impulsor de la economía global. Al mismo tiempo es el autoritarismo más poderoso del planeta. Eso genera amores y odios.
Occidente no se equivoca cuando acusa al régimen chino de vulnerar los derechos humanos y al recelar de su ímpetu expansionista -cada vez más explícito- que ha dejado claro en el brutal proceso de aniquilación de la democracia que impuesto en Hong Kong. La perplejidad por la rapidez y la agresividad con que China está ofendiendo de manera deliberada a países con los que mantiene interdependencia económica -empezando por los Estados Unidos- es cada vez mayor.
Tiene sentido económico que, en su último plan quinquenal, el Partido Comunista haya trazado una estrategia de “autosuficiencia”, una reducción progresiva de su dependencia de las exportaciones y la inversión de empresas extranjeras, ante lo que se considera un entorno externo hostil.
La pregunta que emerge entonces es si China tiene suficiente poder para llevar adelante semejante proceso de transformación con tanta rapidez como su agresiva diplomacia quiere transmitir.
El bloque anglosajón ha tenido en palabras del presidente estadounidense un mensaje para los grandes ausentes en la nueva alianza, es decir, la Unión Europea (UE). La presión sobre ese bloque aumenta para que el acuerdo comercial que firmó con China a finales del año pasado no entre en vigor. Ese acuerdo supone para los europeos la posibilidad de operar con mayor comodidad en el inmenso mercado chino y, para los chinos, la posibilidad de romper la unidad de acción de la UE con los Estados Unidos y el Reino Unido.
La disputa entre los aliados anglosajones y China ya está sobre la mesa. No habrá que esperar demasiado para que se produzcan alineamientos en todo el planeta y, muy especialmente, en Latinoamérica.