Los hechos ocurridos en el estadio de Colón el sábado por la tarde vuelven a poner en evidencia aspectos oscuros y negativos que en nombre del fútbol se visibilizan en el peor de los escenarios.
Gobierno, dirigentes de clubes y Policía aparecen en escena intentando cada uno justificar lo injustificable sin encontrar el camino que lleve a limpiar las tribunas de estos seudohinchas que parecieran actuar con total impunidad.
Sabido es que los dirigentes son rehenes de una situación demasiado incómoda, ante el pedido de dinero y entradas por parte de los barra con las consabidas amenazas si ello no es cumplido.
También conocemos el actuar de la policía, con fallas evidentes en la prevención y en el momento de actuar para evitar estos actos vandálicos.
Y observamos un Estado (Gobierno y Justicia) muy endeble para tomar medidas que corrijan el accionar de los barras.
Y existe una sociedad que reclama por tranquilidad y que los agentes del desorden sean castigados con la estricta justicia que debe darse.
Para la solución de este flagelo se necesita que cada una de las partes sincere su accionar y que todos trabajen en el mismo sentido, sin tapujos y con las cartas sobre la mesa.
Dirigentes que puedan denunciar con el respaldo de la policía y la justicia, y que estás partes actúen sin estar atadas a vicios que amparen a los delincuentes.
La violencia en el fútbol sólo puede ser erradicada si cada sector actúa con responsabilidad y sin esconder absolutamente nada.
¿Es mucho pedir? Por ahora parece que si.