Difícilmente pueda encontrarse a alguien que denoste la inversión en obras públicas o en adquisición de maquinarias y equipos. Es lógico: ¿quién podría estar en contra de que se hagan cloacas, pavimento, escuelas, rutas, acueductos? ¿Quién se opondría a la compra de retroexcavadoras o motoniveladoras? Ese dinero del Estado además impulsa la actividad de la construcción, genera empleo masivo y dinamiza la economía en general.
Sin embargo, la obra pública no gana elecciones en Santa Fe. O al menos, no es la variable más decisiva. Así surge de la observación de los datos oficiales a lo largo de los últimos 5 gobiernos, incluido el de Omar Perotti, que está en desarrollo.
Hay varias formas de medir la performance en el rubro. Una de ellas es obtener el porcentaje de la inversión en Bienes de Uso (que incluye mayormente obras y maquinarias) sobre el gasto total, siempre calculando sobre lo efectivamente ejecutado. El resultado es el siguiente:
Obeid
2004: 6,04 %
2005: 9,03 %
2006: 10,21 %
2007: 6,64 %.
Promedio: 7,98 %.
Binner
2008: 5,10 %
2009: 3,16 %
2010: 3,16 %
2011: 3,69 %
Promedio: 3,77 %.
Bonfatti
2012: 2,16 %
2013: 2,97 %
2014: 3,03 %
2015: 4,22 %
Promedio: 3,09 %.
Lifschitz
2016: 5,17 %
2017: 7,31 %
2018: 7,99 %
2019: 7,25 %
Promedio: 6,93%
Perotti
2020: 2,91%
2021: 4,88% (a septiembre)
Promedio: 3,89%
Otro método posible de medición es el conteo de las adjudicaciones de contratos de obras firmadas por cada uno de los gobernadores mencionados. En este caso hay que determinar el mismo período de tiempo para hacerlo correctamente, que aquí llega a los primeros dos años redondos de mandato. Es importante advertir que con este criterio quedan afuera los trabajos que se licitan desde las empresas del Estado y los organismos descentralizados. Y que no se incorpora la inversión en tareas iniciadas con anterioridad ni tampoco sus tamaños. Aún así, éstos son los números:
- Obeid: 18
- Binner: 36
- Bonfatti: 31
- Lifschitz: 141
- Perotti: 66
Lo primero que hay que decir es que las cifras deben ser contextualizadas. No es lo mismo el gobierno de Jorge Obeid, que coincidió con un período de extraordinario crecimiento económico a nivel nacional, que el de Antonio Bonfatti, que transcurrió bajo una etapa de altibajos y relativo estancamiento. Es diferente la gestión de Hermes Binner, que recibió una Provincia con superávit y Fondo Anticíclico, que la de Omar Perotti, que debió hacerse cargo de un Estado deficitario, con una voluminosa deuda flotante y con la llegada posterior nada menos que de la pandemia. Desde ya que distinto a todos es el caso de la administración de Miguel Lifschitz, que padeció la economía macrista pero contó con el fallo de la Corte de fines de 2015 por la coparticipación y el endeudamiento habilitado por la Legislatura de 400 millones de dólares para ser destinado específicamente a obra pública.
Dicho todo eso, se pueden establecer algunas conclusiones que no dejan de ser llamativas. Los dos gobernadores de gran performance en obra pública, Obeid y Lifschitz, le entregaron la banda a un dirigente de otro signo político. Las dos peores gestiones en esa materia, las de Binner y Bonfatti, garantizaron que el sucesor sea de su mismo partido. En 2005, el segundo mejor año de la serie, el oficialismo cayó derrotado por amplio margen en las legislativas de medio término. En 2009, con una inversión muy baja en el rubro, el Frente Progresista casi le gana las elecciones al mismísimo -y entonces muy popular- Carlos Reutemann. En 2013, con cifras similares a las de 2020 (es decir, con registros comparables con los de severa restricción o lisa y llana prohibición de la actividad por la cuarentena) la coalición gobernante logró un triunfo rotundo. En 2017, con números cercanos al pico máximo, la alianza entre socialistas y radicales quedó en el tercer puesto. En 2021, con una dinámica superior a la de buena parte del tramo analizado, la victoria le fue esquiva nuevamente al PJ.
Dicen que obras son amores. Está claro, sólo con el amor no alcanza.