El verano no suele tener clemencia: de diciembre a marzo los días de calor se acumulan uno tras otro y la necesidad de un soplo de aire fresco se hace fundamental, sobre todo cuando se pasa el verano en la ciudad . La estación más calurosa del año coincide con la temporada alta de compras de aires acondicionados, ya que son la solución por antonomasia a los embates de las altas temperaturas.
Su uso en el hogar, que se extendió de manera considerable en la última década, implica tomar ciertas consideraciones antes de adquirir el equipo: Desde el tipo de aire acondicionado a las frigorías, existen distintos parámetros a tener en cuenta antes de elegir la opción correcta y no morir de calor en el intento.
Existen distintos tipos de unidades, siendo las denominadas split las más comunes para su instalación en el hogar. Su preferencia se basa no solo en su muy buen rendimiento, sino en que también son los más fáciles de instalar, ya que las unidades internas y externas (el compresor) son fáciles de montar y solo se requiere de un pequeño hueco en la pared para pasar las tuberías del sistema de refrigeración.
También existen los llamados aires acondicionados de ventana o compactos, cada vez más en desuso debido a que su instalación es algo más compleja (es común que en algunas casas sean empotrados directamente en la pared, lo que conlleva un gasto extra en albañilería) y a que las unidades externa e interna forman parte de un solo módulo. Su rendimiento es menor al de los split y su tecnología es algo más anticuada, por lo que es cada vez menos frecuente verlos en hogares.
Una tercera opción para el ámbito hogareño son los aires acondicionados portátiles, que necesitan de una ventana para la manguera y suelen ser bastante más ruidosos y de una potencia menor. Existen de varios tipos, algunos incluyen en un mismo tubo la salida del aire de condensación y el de evacuación de agua; otros expulsan por separado, y algunos suman una unidad exterior. Los tubos deben ser conectados a la ventana para expulsar el aire caliente, para tal fin suele incluirse un kit que hace sencilla su instalación, sellando la abertura y evitando que reingrese a la habitación.
Respecto a este último punto, hay que tener en cuenta que estos equipos suelen tomar el aire dentro de la habitación y lo expulsan para condensar, por lo que extraen aire de forma permanente. Los aires acondicionados con unidades exteriores no hacen esto, ya que el mismo aire que toman del exterior lo devuelven; por lo tanto, un problema común en las opciones portátiles es que el aire que ya ha sido enfriado es vuelto a expulsar, lo cual baja notablemente su eficiencia.
A la hora de elegir un equipo es importante prestar especial atención a las frigorías, ya que estas permiten tener una referencia de la capacidad de refrigeración de la unidad. Se la suele utilizar como un equivalente de una kilocaloría negativa, ya que mide la absorción del calor. Vale destacar que en otros países se utiliza como medida el BTU (British Thermal Unit: unidad térmica británica), que equivale a 0,252 kcal: una frigoría (o kilocaloría) equivale a unas 4 BTU.
Un cálculo rápido para saber la cantidad aproximada de frigorías necesarias para la refrigeración de una habitación es tomar como base sus metros cúbicos (largo x ancho x altura) y luego multiplicarlo por 50. Por ejemplo, un cuarto de 4 metros de ancho, por 5 de largo y 2,5 de alto da como resultado 50 metros cúbicos; por ende, se necesitarán 2500 frigorías como mínimo para refrigerarlo de manera óptima.
Si bien se trata de un cálculo matemático, hay que tener en cuenta algunas variables extra, como la exposición de la habitación al sol, la cantidad de ventanas, los electrodomésticos y las personas que circulen por ella. Si se trata de una habitación con tendencia a ser más calurosa que la media o que suele albergar a varias personas, tal vez convenga optar por algunas frigorías extra, lo mismo que si tiene pérdida de aire (una escalera, por ejemplo).
El sitio de Carrier posee un esquema interactivo útil para calcular de forma fácil las frigorías necesarias.
El Inverter es un componente electrónico que altera la velocidad del compresor. Esta tecnología le permite alcanzar de forma más rápida la temperatura deseada (el motor trabaja hasta un 30% por encima de su potencia en esta fase) y regula el compresor para que disminuya la velocidad hasta el mínimo necesario para mantener estos valores, lo que posibilita un mayor ahorro de energía. Así, se reducen las oscilaciones de temperatura y se consigue mantener un margen comprendido entre +1ºC y -1ºC
Esta característica fue desarrollada por la firma Toshiba en la década del 80 y hoy se encuentra disponible en la mayoría de los equipos de última generación que se comercializan en el país. Demás esta decir que, siempre que el presupuesto lo permite, es conveniente optar por una unidad equipada con Inverter, ya que garantiza un mejor rendimiento y un menor consumo energético.
El consumo de los aires acondicionados se estima a través del EER (Ratio de Eficiencia Energética); cuanto mayor sea el número, mayor será la eficiencia y menor el costo de funcionamiento de la unidad. Este índice también se ve reflejado en letras (es común ver la etiqueta pegada en los laterales o el frente de muchos dispositivos eléctricos donde se refleja el EER), siendo A lo más eficiente y G lo menos eficiente. Hoy en día, prácticamente todos los sistemas splits se encuentran en el rango de A y B para refrigeración y A, B y C para calefacción. Es importante tener en cuenta este índice para estar seguros de que el equipo adquirido garantiza un consumo eficiente.
Otro ítem de importancia es el rango de temperaturas que puede entregar un equipo. A la hora de invertir en un aire acondicionado no es mala idea contemplar el desembolso de unos pesos extra para adquirir una unidad frío-calor ya que podrá ser utilizada durante todo el año. Esta configuración muy común en unidades nuevas y su costo se ha vuelto más accesible en los últimos años. El consumo, tal como se detalló en el apartado anterior, es muy similar en ambos modos. A la vez, algunas personas encuentran que el calor que entregan estos equipos pued resultar muy seco, lo que resulta siendo incómodo.
La compra de un aire acondicionado no debe ser apresurada, ya que se trata de un dispositivo pensado para durar años entregando temperatura de forma eficiente. Nadie quiere volver a comprar una nueva unidad cada dos o tres años; por lo tanto, los ítems puntualizados servirán de ayuda para afinar el ojo a la hora de su adquisición. Existen además otros aspectos importantes que vale la pena observar antes de pasar la tarjeta y salir del local con las cajas a cuestas.
En primer lugar, tener en claro el lugar donde se instalarán las unidades de interior y exterior, en caso de que se opte por un Split; ¿La pared soporta el motor externo? ¿Qué tan lejos están las dos unidades entre sí (el compresor y el módulo interior, a veces llamado evaporador)? ¿Qué pasa con la diferencia de altura? Si se opta por un aire de ventana o compacto: ¿Hay que hacer un agujero en la pared? ¿Es posible hacerlo?
En segundo lugar, hay que tener en cuenta que, aunque no se vayan a refrigerar grandes espacios, los equipos de hogar están diseñados para trabajar en una sola habitación, por lo que no hay que pretender que se puedan refrigerar o calefaccionar varios espacios con un solo equipo.
En tercer lugar, siempre hay que chequear que la conexión eléctrica a la que este conectado sea estable; en este sentido, vale la pena consultar antes con un electricista para estar seguros de que todo esta en orden, sobre todo en edificios antiguos con tendidos eléctricos de más de 40 años (los cables de tela son el enemigo número uno de los electrónicos modernos).
Por último, no caer en la tentación de equipos en oferta que no satisfagan 100 por ciento nuestras necesidades; por fortuna, en internet abundan las reseñas y los foros con información de casi todos los equipos disponibles en el mercado, por lo que es bueno investigar y conocer bien el producto antes de tomar la decisión final. Un tip extra: Siempre es mejor adelantarse y comprar en invierno, cuando los precios suelen ser más bajos.
Fuente: La Nación