A la par del coronavirus, pero mucho más extendida, otra pandemia sobrevuela el planeta poniendo en riesgo la vida de millones de personas, para la cual, las terapias, tratamientos y los servicios médicos existentes son prácticamente inútiles. Los dirigentes políticos, funcionarios y grandes medios de comunicación, en contadas ocasiones se refieren al tema.
Estamos en presencia de una pandemia perversa, cuyos efectos son sentidos en una proporción catastrófica de la raza humana, la que avanza a pasos agigantados según surge de distintos informes.
Algunos opinan que, como prevención del contagio, se debe aislar y separar a los portadores de dichos virus, estableciendo medidas de descontaminación y desinfección urgentes. Muchos atribuyen a la pandemia el carácter de plaga, que en la creencia antigua se debe a un castigo divino por una conducta pecaminosa.
Los gobiernos evitan dar la voz de alerta ante la catástrofe por temor a las reacciones, lo que aumenta los riesgos, por cuanto ante la falta de información la gente no actúa en forma preventiva y sucumbe ante la misma.
Parece imposible evitar la expansión de esa enfermedad mortal, no obstante se pueden tomar precauciones y tener un sistema de alerta que haga frente a la emergencia, con ciertas chances de diezmarla.
Entre las maneras más extendidas para prevenir una pandemia se cuentan: aislamiento de los afectados, es decir, colocarlos en lo que se llama cuarentena, evitando su contacto con otros individuos sanos, realizar campañas y promover todo tipo de medidas que impida se expansión.
Esta pandemia global, que deja millones de víctimas, se origina a partir del vector llamado ROC.
Sin dudas se preguntará que es el ROC, este virus nos es más que la RIQUEZA OBSCENA CONCENTRADA, originada por la PLEONEXIA, palabra griega con que se designa el apetito insaciable de poseer bienes materiales, ligada a la vanidad, el egoísmo, el sentirse el centro del mundo y acaparar todo. Platón consideraba a la PLEONEXIA como una verdadera "enfermedad moral".
Los portadores de ese virus no son difíciles de hallar, simplemente basta hojear revistas como Forbes, Fortune, Business Week, Caras y otras. Los organismos impositivos también los conocen, pero poco hacen para neutralizar sus efectos, cuando no los apañan.
Se ha divulgado un informe en el que 600 milmillonarios portadores del ROC, en EE.UU. han ganado 282 mil millones de dólares, mientras la desigualdad se incrementaba, la economía norteamericana se hundía y se perdían 22 millones de empleos, durante el primer repunte fuerte de contagios por Covid-19.
Las hambrunas, la violencia, la falta de educación y salud, la contaminación del suelo, aire y agua, las malformaciones, la condena a muerte de niños, aún antes de nacer, también son su consecuencia directa.
El virus ha dividido al mundo en enriquecidos y empobrecidos, lo que lleva a que para que unos pocos, ostenten aquel carácter, antes debe haber muchos que se hayan empobrecido a sus expensas.
La pandemia llevará a que más de la mitad de la riqueza mundial quede en manos de solo el 1% de la población, y que las 80 personas más ricas del mundo tengan una riqueza igual al 50% más pobre. ¿Se imagina que 80 personas sean propietarias de la misma riqueza que suman las 3.500 millones de personas más pobres del mundo?
Lo que preocupa además es que estos vectores rara vez son señalados como responsables de estas calamidades y la mayoría de las veces, desde distintos ámbitos, simplemente se repudian nombres de fantasías como: Bayer, Monsanto, Barrick Gold, Chevron, Coca Cola, BP, Vale y otras, sin nunca saber, quiénes son los portadores del ROC que está detrás de cada una de ellas.
Mientras los diarios, portales, radios o la televisión, salvo honrosas excepciones, hablan de otras cosas, los portadores del virus, a través del DIOS MERCADO regulan nuestras vidas y nuestras muertes, convenientemente invisibilizados. Como dice Ralph Nader: "Hay demasiado poder y riqueza en demasiadas pocas manos."
La vacuna que está en estudio y es recomendada por expertos, a la cual los infectados y sus aliados mediáticos le han declarado la guerra, no es ni más ni menos que el IMPUESTO PERMANENTE A LAS GRANDES FORTUNAS, que hacemos votos para que se pueda aplicar lo más rápido posible en beneficio de millones de personas.
El día que se inocule, sin duda, el mundo amanecerá un poco menos injusto y la esperanza de vida renacerá para tantos condenados a muerte sin justificación alguna.
El Papa, que sabe que el problema es la voracidad de las grandes compañías, quizás debería excomulgar a todos los cristianos que se esconden tras el velo corporativo y motivan los desastres que con justicia denuncia.
Tal vez la Corte Internacional de Justicia debería tipificar a los ROC dentro de los delitos de lesa humanidad, por ser los responsables de guerras, genocidios y exterminios varios.
Creo que los mejores remedios para estos males se encuentran en la política y la ideología, pero están escaseando y no se encuentran en farmacias.
* El autor del artículo es docente y columnista del programa Entre Mate y Mate, que se emite los sábados en la mañana de LT9.