Sin ser un observador demasiado sagaz es posible advertir que en el choque armado en Ucrania hay múltiples actores moviéndose en diferentes direcciones de acuerdo a sus propios intereses, más allá del notable esfuerzo propagandístico por simplificar el conflicto en Tiranía vs Mundo Libre, a la vieja usanza de la Guerra Fría. En la confrontación con pretensiones bélicas contra la suba generalizada de precios, anunciada por el presidente Alberto Fernández para este viernes, se repite este escenario.
Advertencia: no se juzgará en este texto qué está bien o mal, o si éstos son buenos y aquellos malos. De esos tribunales están llenos los medios, así que oferta no falta. De lo que se trata aquí es de analizar -o intentarlo, al menos- por qué los protagonistas juegan del modo en que lo hacen.
El primer mandatario, como el concepto lo indica, el es principal responsable de encontrar urgentemente una respuesta a la problemática multicausal de la inflación. Más aún con una enorme mayoría social estragada por un derrumbe fenomenal e ininterrumpido de ingresos reales desde hace 4 años, que coincide con la base electoral que lo llevó al poder. Debe echar mano a los pocos instrumentos que tiene a su alcance, escasez que puede ser explicada por las gruesas restricciones macroeconómicas heredadas o por las fallas en la gestión propia. O por ambas en conjunto. Esa respuesta no necesariamente implica una solución, a todas vistas imposible en el corto plazo. De allí los artilugios léxicos, como la palabra “guerra” lo sugiere. Su supervivencia política, ni hablar su sueño reeleccionista, depende de ello.
Cristina Fernández de Kirchner, por su parte, considera que el Frente de Todos, experimento nacido en su laboratorio, es tan fallido en sus resultados gubernamentales como exitoso en el objetivo temprano de desalojar a Mauricio Macri de la presidencia. Considera que el acuerdo con el FMI, con sus ingredientes de aumento de tarifas, devaluación, recorte del déficit fiscal y suba de tasas de interés lleva inexorablemente a la retracción económica y a un piso altísimo de inflación. Lo cual equivale a una derrota electoral en 2023. Los efectos reales en la sociedad argentina y sus consecuentes efectos políticos tornan irrelevante la discusión sobre si este pacto es mejor o peor que el firmado por otros países, amén de que esos análisis omiten señalar que las características extraordinarias de este préstamo exigían una salida de iguales rasgos, siempre en la mirada de la vicepresidenta. En este contexto, la decisión es retirar el apoyo sin romper la coalición para iniciar el repliegue a su bastión: la provincia de Buenos Aires. Sabe además que quien pone en riesgo el mayor capital político es ella. Y que su evaporación, a diferencia de otros protagonistas de esta historia, implica también la chance cierta de perder las libertades ambulatorias de ella, sus familiares y allegados, como ya quedó comprobado con la lluvia ácida padecida entre 2015 y 2019.
Omar Perotti, a su vez, actúa previsiblemente. El cierre de las exportaciones de aceite y harina de soja lo encontró nuevamente en la vereda de enfrente, como ya había ocurrido cuando se tomó una medida similar con la carne. La provincia de Santa Fe tiene es la principal proveedora de los productos clausurados y una de las más importantes exportadoras del mundo. Su perfil político, además, coincide con la defensa de esos intereses. Que es, contra cualquier pensamiento lineal, lo que lleva a que Cristina lo elija invariablemente de aliado electoral, como dan cuenta de ello los años 2011, 2015, 2019 y 2021. Es sencillo: pescan ambos en distintas peceras, se complementan y se potencian.
Pero además, el gobernador santafesino acrecentó su distancia con la Casa Rosada en igual proporción al ascenso nacional de Agustín Rossi y su espacio, que el último fin de semana desplegó un plenario en el cual los misiles discursivos dirigidos a la Casa Gris provocarían la envidia de la OTAN. Está claro que el máximo referente de ese sector observa que una confrontación abierta con el perottismo resulta redituable, incluso con vistas a una eventual disputa mano a mano en las PASO 2023 en la categoría de diputados provinciales. Cálculo político, en definitiva. Legítimo, sin dudas. Generalizado, por cierto: nada que no hagan todos los actores y actrices de esta película. En este clima, la pregunta que parece más conveniente de realizar es cuáles serían las razones de Perotti para no desmarcarse del gobierno nacional más que interrogarse por qué lo hizo.
La oposición, especialmente su segmento mayoritario nucleado en Juntos por el Cambio, tiene las cosas claras en esta ocasión . Ese conglomerado, cuyo gobierno concluyó hace poco más de dos años luego de haber duplicado la inflación y generado un endeudamiento cuya magnitud es difícil de exagerar, actuó según su manual lo dispone: se manifestó en contra del “intervencionismo”, de la “presión fiscal” y el “ahogo a los emprendedores” , con las habituales variaciones sobre Venezuela, Nicaragua, Rusia y otros países, de acuerdo a la coyuntura internacional. Parafraseando a Jorge Lanata, en este “guerra contra la inflación” se pusieron de lado del más débil, que son los formadores de precios. Quien crea que ésta es una postura irracional, que revise los resultados de las elecciones de 2021.
En definitiva, las dimensiones del anunciado belicismo contra los aumentos en las góndolas se visualizarán en breve. Economistas cercanos al gobierno nacional aseguraron en sus redes sociales que se está frente a una disyuntiva de hierro: la pelea es con un puñado de agroexportadoras o con la base electoral del FdT. El problema es que, números electorales en mano, lo último ya parece haber ocurrido.